El Metro de Londres y la salud

OPINIÓN

29 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Quien haya visitado Londres y su popular Tube quizá se sorprenda al saber que viajando, por ejemplo, de la estación de Westminster hacia el Este, cada dos paradas representan más de un año de esperanza de vida perdido por la población de esa zona concreta. Los investigadores del University College trazaron un mapa en el que se evidenciaba que la esperanza de vida de niños nacidos en estaciones solo separadas por minutos variaba en años.

Es perfectamente verosímil que esta situación se reproduzca en otros países y sin duda en el nuestro. El estudio inglés no hace sino capturar el dato desnudo: las grandes desigualdades en salud que existen dentro de áreas geográficas reducidas. Las causas son complejas pero están indudablemente relacionadas con el desarrollo en la primera infancia, la educación, el empleo y las condiciones de trabajo, el hecho de disponer de los ingresos mínimos para llevar una vida saludable, el medio ambiente y, por supuesto, el consumo crónico de tabaco y alcohol, la obesidad y la dieta. Todos estos factores son determinantes sociales de la salud y no es difícil darse cuenta de que se encuentran profundamente interrelacionados. Hoy sabemos que es a través de la modificación del epigenoma como impactan sobre la salud y, por consiguiente, sobre la esperanza de vida. En un artículo clásico sobre la materia se concluye, de manera muy gráfica, que el código postal es más importante para la salud que el código genético.

Este conocimiento no ofrece, sin embargo, soluciones prácticas inmediatas. La complejidad de estos problemas es extraordinaria, pero todo ello nos indica que hay algo más que ofertar que asistencia sanitaria para promover la salud de los ciudadanos, No se va a garantizar la sostenibilidad y la solvencia del sistema de salud ni con recortes ni con hospitales en cada esquina. Se necesitan políticas dirigidas a la prevención primaria de las enfermedades, abordando unos determinantes de la salud inextricablemente unidos a una desigualdad exagerada.

De hecho, es mucho más eficiente cambiar el entorno con políticas que minimicen las desigualdades que tratar individualmente las enfermedades producidas por la exposición a los factores de riesgo mencionados. Cierto que hay cada vez más información destinada a que las personas modifiquen sus estilos de vida. Está bien, pero es insuficiente. Es preciso mejorar las condiciones de vida de mucha gente. Es esta política sanitaria, que corresponde a un Gobierno y no a un solo departamento, la que exige claridad y contundencia.