Andalucía en su laberinto

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

27 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado cinco días desde las elecciones en Andalucía. Se  apagan los ecos de los discursos grandilocuentes y es la hora de enfrentarse a la realidad de un resultado electoral que llena de incertidumbre el mapa político e institucional allí, pero también en el conjunto del Estado.

En primer lugar para el PSOE, que se despierta de la fiesta de su triunfo con la  resaca de no tener clara la mayoría con la que formar Gobierno. El discurso de la victoria histórica o la arrogancia de gobernar sin la ayuda de nadie se enfrenta ahora a la triste realidad: Susana Díaz no puede ser presidenta sin la colaboración activa o pasiva de las fuerzas que han repetido hasta la saciedad que no le van a dar su apoyo. La presidenta, si lo llega a ser, va a echar mucho de menos la estabilidad del Gobierno que tenía antes de convocar las elecciones de forma precipitada y por intereses espurios.

El PP se enfrenta a un dilema de enorme complejidad en su estrategia electoral en las municipales y autonómicas de mayo. Por un lado, está muy interesado en que en Andalucía no haya Gobierno, para utilizar ese hecho como la prueba del nueve de la falta de capacidad de la izquierda para ponerse de acuerdo para gobernar. Pero, por otro, si no deja que el PSOE forme Gobierno su discurso de que debe gobernar la lista más votada será papel mojado en un escenario en el que se van a conformar mayorías de Gobierno en más de  ocho mil ayuntamientos y 13 comunidades autónomas.

Podemos se da de bruces con sus límites al comprobar que no es tan fácil asaltar los cielos y hacerlo ya. Ahora no es más que una fuerza política en un Parlamento fragmentado en el que tiene que decidir cuál va a ser su papel. Si apoya al PSOE saltarán todas sus contradicciones y si no lo hace, sus 15 diputados y diputadas tendrán un papel muy poco relevante en la política andaluza pero, sobre todo, no tendrá la presencia necesaria para dar soluciones a los problemas de la gente que tan bien han sabido denunciar.

Izquierda Unida ?que sufrió un castigo electoral posiblemente inmerecido? vuelve a reabrir el debate, nunca cerrado, sobre su política de alianzas. Una discusión que enfrenta a las dos almas que conviven en su interior y que amenaza su estabilidad y, por lo tanto, su futuro como fuerza política referencial de la izquierda más combativa. 

Ciudadanos debuta más allá de Cataluña con el vértigo de decidir en qué banda juega, en la derecha o la izquierda, que recuerda al CDS de Adolfo Suárez, que empezó a desaparecer en cuanto tomó partido.

Pero más allá de los problemas de cada partido, la cuestión más relevante después del resultado andaluz es saber cómo se va a gestionar la nueva arquitectura política e institucional. Porque con el bipartidismo desaparecen también las mayorías absolutas y eso hace inevitables los acuerdos entre varios partidos para formar mayorías de Gobierno en parlamentos fragmentados. Pero esta nueva realidad no es irreversible: si el multipartidismo no logra formar Gobiernos estables y se acaba convirtiendo en sinónimo de inestabilidad política, los ciudadanos, más pronto que tarde, volverán al viejo modelo de dos partidos mayoritarios.