Los «francomiradores»

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

27 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos en la sociedad de la imagen. Dicen que más que nunca, pero ojo, que ya contó lo mismo un tal Platón hace unos cuantos siglos. Lo que sí es verdad es lo mucho que nos gusta mirar. Tan pronto desembarca el buen tiempo, corremos a sentarnos en las terrazas. Las terrazas son atalayas. Están llenas de francomiradores. Las terrazas, desde la prohibición de fumar, ahora tienen actividad todo el año. Y las hay de todo tipo, más o menos encajadas en los locales. Pero es, con el sol, cuando se extienden las mesas por las aceras. Y con ellas los citados francomiradores. Los hay de todo tipo. Está el que mira con descaro. Está el que se esconde, tímido, detrás de un periódico. Están los que usan gafas de sol que impiden adivinar qué están mirando con ese giro de cabeza tan acompasado. Los hay que miran en pareja. Es un placer ponerse a observar a los que observan. Los que lo hacen en pareja mientras hacen su revisión visual no comentan nada. Son como cámaras. Pero cuando su objetivo paseante ya está fuera de la vista se lanzan a los comentarios sin rubor. Hay todo un placer en la observación de los que caminan. Una especie de abandono. Un dejadez que consiste en dejarse dorar por el sol y disfrutar de lo que ofrece la calle, como si la calle fuese el escaparate de las terrazas. En todas las ciudades hay terrazas perfectas para los francomiradores, siempre a la caza de las mejores pintas, para bien y para mal. Siempre hay que aprender, de los que observan y de los observados. Somos esponjas. Pero no conviene olvidar la frase de Pessoa: «Todo lo que vemos es otra cosa». Es en la intimidad donde el ser humano es vulnerable y frágil, apasionante.