La felicidad del menor por encima de los prejuicios

Cristina Palacios Castro TRIBUNA

OPINIÓN

31 mar 2015 . Actualizado a las 07:12 h.

Históricamente siempre hemos hecho lo mismo en el momento del nacimiento: mirar los genitales del bebé y en función de ellos adjudicarle un sexo. Si hay pene es varón, si hay vulva hembra. Así de sencillo. Hoy se sabe que la transexualidad es un fenómeno biológico, innato, y que el sexo, además de gónadas, genitales y cromosomas, también está en el cerebro. El cerebro es un órgano sexuado y su valor se impone al de todos los demás órganos. Si tu cerebro es masculino, eres hombre. Un hombre con vagina sí, pero tan hombre como todos los demás; y lo mismo ocurre con mujeres, mujeres con pene, mujeres transexuales.

Es evidente que esta clasificación tan rígida y tan poco científica no contempla toda la realidad, ya que hay un porcentaje nada desdeñable de personas que no cumplen este supuesto. En Galicia nacen cada año entre 35 y 40 niños y niñas transexuales.

Así, una parte de la humanidad se ve relegada a «ninguna parte» y, a la vez, maltratada e invisibilizada, y lo que no se ve no existe. Este es el caso de nuestros hijos, personas que desde niños son relegados al olvido, a la negación.

Este silencio y negación abarcaba todos los eslabones de la sociedad hasta llegar al propio niño que percibe el tabú, que nota que no tiene derecho a mostrarse públicamente como es, siente y observa que por encima de todo, el equivocado es él y que por tanto debe ajustarse a lo que la sociedad entiende por normal. No le queda más remedio que vivir una vida de mentira, una doble vida, continuamente interpretada bajo el disfraz que ha de coincidir con el sexo adjudicado por error al nacer.

Sin embargo, la infancia empieza a verbalizar contundentemente su verdadera identidad. Las familias de Chrysallis Galicia hemos sabido escuchar a nuestros hijos y, conscientemente, apoyarlos y visibilizarlos. En el momento en el que comienzan a vivir según su sexo sentido con el apoyo de su entorno, empiezan a desaparecer los miedos e inseguridades, hasta el punto de que un niño trans que hace un tránsito social temprano y se siente arropado por su entorno es tan feliz y lleva una vida tan exitosa como cualquier otro niño.

Pero lo cierto es que todavía hoy en el colegio nuestros hijos siguen sin ver reflejada su realidad en los currículos educativos, la diversidad sexual como un valor a respetar. Siguen encontrando trabas para poder adecuar su imagen corporal a su sexo sentido cuando se les prohíbe acceder a los bloqueadores que frenan los signos de la pubertad (menstruación, crecimiento de vello, de pene, de pechos...) y en muchos casos, siguen sin poder cambiar en el Registro Civil y en el resto de la documentación un nombre que no se corresponde con su sexo sentido.

Pero el pasado 27 de marzo se ha producido el primer auto favorable en Galicia para poder cambiar el nombre sentido a una niña trans. Se ha lanzado así un mensaje de que otra sociedad es posible y de que por encima de todos los prejuicios y las barreras mentales está el derecho superior del menor: su felicidad. Que así sea.

Cristina Palacios Castro. Presidenta de Chrysallis Galicia