Rajoy ha dejado al PP hecho unos zorros

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

31 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de tres años y medio sin hacerle ni puñetero caso, Rajoy se entera ahora, a dos meses de las elecciones municipales y autonómicas, de que tiene a su partido hecho unos zorros. Nunca fue Mariano un entusiasta del tostón del aparato. Pero fue ganar las elecciones, instalarse en la Moncloa, y dejarle a Cospedal las llaves de Génova como quien se las deja a la portera cuando se va de vacaciones una larga temporada. Si hay algo, me llamas. Si no, me riegas las plantas y al tran tran. Y así andamos. Se entiende que no se puede gobernar un país y estar pendiente a la vez de quién es el candidato en La Almunia de Doña Godina. Pero lo que no es de recibo, desde luego, es dejar un partido que dice tener 865.000 militantes y al que votaron en el 2011 -al PP, no a Rajoy- casi 11 millones de españoles, en manos de la presidenta de una comunidad autónoma que se pasa por la sede nacional en sus ratos libres. Y que esta, a su vez, delegue la función de ser la cara y la voz del partido en un político como Carlos Floriano, con graves dificultades no ya para explicar la acción del Gobierno, sino para hacerse entender en español. Y no es normal tampoco designar como portavoz en el Congreso a una persona como Rafael Hernando, con nula autoridad política y ademanes de matón de barra, o imponer como candidato en Andalucía a un completo desconocido.

Semejante desdén a la hora de ocuparse del PP y de sus responsables solo puede entenderse como un deseo de dejarlo en manos de los más mediocres para no tener rivales ni problemas de liderazgo. Pero esa estrategia política no solo es letal para el partido, sino suicida para el propio Rajoy, que comprueba ahora estupefacto cómo los que quieren defenderle no saben hacerlo y los que sí sabrían no lo hacen porque no quieren verlo ni en pintura durante la campaña electoral. Muchos dirigentes populares llevan tiempo alertando de esa peligrosa situación. Alberto Núñez Feijoo advirtió ya en el 2013 de que el Gobierno no se estaba haciendo entender, ni siquiera por los suyos. Y si la respuesta fue dejar que Cospedal, Hernando o Floriano se encarguen de contar lo que hacen el Ejecutivo y el PP, se entiende la desconexión ciudadana. El problema se agrava porque si a la hora de conectar con los españoles en el partido falta capacidad, en el Gobierno sobra prepotencia económica y escasea la política con mayúsculas en asuntos de Estado.

El error de Rajoy es que confunde militantes con votantes y política con economía. Un afiliado puede considerarse un voto cautivo porque nadie, salvo raras excepciones, deja de votar a un partido en el que milita. Pero, para permanecer fiel, un posible votante, es decir, el resto de españoles, muchos en graves dificultades, necesita tener claro que esos tremendos sacrificios sirven para algo y también que el Gobierno mantiene un rumbo político firme. Si empieza a pensar que no es así, cambiará de voto sin pestañear. Y entonces, lo que faltará no es el relato, sino los votos para gobernar.