La llave de paso

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

18 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de los años sesenta un conocido locutor de radio visitó Alemania para presentar un espectáculo folclórico que el Gobierno franquista organizaba para felicitar las Navidades a la numerosa colonia de emigrantes españoles.

Al llegar a un impresionante hotel de cuatro estrellas, el presentador, que por cierto era gallego, abrió el grifo y admirose sorprendido de que si lo girabas a la izquierda el agua dispensada era caliente y si a la derecha salía fría. Se entretuvo jugando «a las dos aguas» mientras comparaba mentalmente las diferencias entre los dos países. Entre Alemania, que se recuperaba de una larga guerra que había devastado el país, y la pobre España que inauguraba su plan de Estabilización.

Concluyó que todo se debía a la instalación oculta de una sofisticada llave de paso que regulaba la temperatura del líquido elemento para ser utilizado al antojo del usuario.

Años más tarde, nuestro amigo aprendería el significado de la ducha escocesa, que alterna el agua fría con el agua caliente.

La llave de paso que parece haberse estropeado definitivamente es la que regula midiendo los tiempos, la historia interminable de la corrupción política, la picaresca dolosa de la economía personal de actores políticos de primer nivel que después de asumir altas responsabilidades  incluso en el plano internacional de instituciones económicas, están siendo «pillados con el carrito del helado» por riguroso orden. Es trágicamente insoportable la nómina de personalidades presuntamente delincuentes que ponen sistemáticamente en cuestión la más reciente dirigencia pública.

Hay que cerrar definitivamente la llave de paso, que no salga una gota en forma de euro del patrimonio de todos los españoles, que el rosario de «presuntos implicados» no añada más cuentas al misterio doloroso. 

Estos adalides de la corrupción en todas sus formas han sido ejemplo de ética militante, nos han insultado públicamente con soflamas y adjetivos de personas virtuosas, adalides y campeones del aznariano milagro económico español, espejos donde se miraron multitud de jóvenes cachorros, que luego predicaban la contención salarial, la rebaja de las pensiones y el despido libre.

Este viejo país ya no aguanta más, ha traspasado todos los niveles de resistencia, las líneas rojas que nunca ha debido cruzar.

Ya no se puede mirar de soslayo para otro lado, el partido del Gobierno debe pedir perdón a los ciudadanos por el ejercicio sistemático del engaño doloso. Un acto de contrición creíble y que acto seguido anuncie la convocatoria urgente de elecciones generales, para que los españoles podamos elegir el agua caliente o la fría después de instalar una nueva llave de paso que esté conectada a una depuradora que lleve lejos la corrupción y el escarnio.