Cementerio mediterráneo

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

20 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo aquella persona que se ha visto obligada a dejar su hogar, su país, su familia, en definitiva, su vida, sabe el desgarro que produce. Solo aquella persona que ha tenido que elegir entre huir para sobrevivir o permanecer arriesgándose a morir sabe que la dignidad se mide por cada minuto robado a la muerte. Solo aquella persona que ha tenido que vender todas sus posesiones para poder pagar un billete hacia el desconocido futuro sabe lo que supone poner su destino en manos de canallas. Nadie se arriesga a subir a un bote precario en un mar embravecido por amor a la aventura. Nadie arrastra a sus hijos a una travesía por el infierno por aburrimiento. Quien se embarca es porque no tiene otra opción, y porque lo único que le queda por perder es lo único que ha conservado hasta ese momento: la vida.

Ahora volvemos a lamentar la muerte de cientos de personas en el Mediterráneo. Y se reúnen de urgencia los responsables políticos para determinar las medidas necesarias.

¿Qué medidas? ¿Establecer una cantidad de euros para poder pagar el combustible y los salarios de la tripulación de los barcos que patrullan la costa? Ni siquiera la lucha contra las mafias que trafican con personas es la solución.

La respuesta se encuentra en esa Libia en manos de milicias descontroladas, en la Alepo bombardeada, en la Ramadi de la que huyen cientos de miles de personas. La respuesta se encuentra en los países a los que hemos abandonado cuando más nos necesitaban, no en nuestras costas llenas de cadáveres. Pero, claro, crear el problema es fácil. Solucionarlo, no tanto.