¿Para qué sirven los grupos parlamentarios?

OPINIÓN

20 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los chalaneos intentados desde el Gobierno para convencer a unos «díscolos» de su grupo parlamentario que votasen la reforma de la regulación del aborto suscitan una reflexión sobre el comportamiento político. El PP prometió en su programa electoral cambiar el modelo de la ley impulsada por Rodríguez Zapatero. Podía no hacer nada; un incumplimiento como otros. Pero ahora pretende hacer creer que con la reforma de que las menores de 18 años no puedan abortar sin consentimiento de sus padres ha cumplido con su compromiso. Por mucho que se fuerce la interpretación de las palabras, los términos del recurso presentado por el PP y firmado por la actual vicepresidenta evidencian que se pretendía cambiar el modelo, según el cual puede abortarse, sin más, en las primeras 14 semanas de gestación.

Para intentar llevar al redil a los parlamentarios renuentes se les ofreció hacer constar en el texto que no existe un derecho al aborto. Efectivamente no existe en la Constitución. La propuesta dejaba intacta aquella libre posibilidad de abortar; una simulación. Al fin fue desechada; no engañaba a nadie. La retirada del anteproyecto de ley previamente aprobado se acordó para no perder «votos progresistas» y la reforma actual para mantener los «conservadores». Fue la opinión del gurú remunerado del PP, que respaldaba internas coincidencias ideológicas con la ley Zapatero-Aído. En sí misma considerada, la reforma propuesta puede considerarse una mejora de la ley actual; de cambio real reducido, con situaciones conflictivas si los padres no autorizan el aborto. Será benemérita la intención; pero deja en pie lo fundamental de la ley que se recurrió. No es de recibo que se presente como cumplimiento del programa electoral e incongruente es que se sancione a quienes se manifiestan de acuerdo con aquel en un asunto que no es banal.

Para salir del embrollo, el Gobierno no aprueba un proyecto de ley. Es el grupo parlamentario quien adopta la iniciativa de presentar una proposición de ley. No es la primera vez que los Gobiernos acuden a esa argucia. Sin ir más lejos, se ha utilizado en el Parlamento gallego. Es más que inverosímil pensar que el Gobierno es ajeno a esa iniciativa. En este caso la elige porque es un trámite más rápido, pero elude varios informes. Una urgencia fabricada. Para qué vale el grupo parlamentario. ¿Solo para votar según la señal del portavoz, aplaudir o abuchear? ¿Se ha reunido para considerar el asunto y hacer realmente una propuesta? La iniciativa es una ficción. El grupo se reduce a formal correa de transmisión. La representación ciudadana exige más. Escucho o leo con agrado elogios a la Transición; pero compruebo que no se reviven sus aspectos positivos. Doy fe de la riqueza de los debates en el grupo de UCD, de su disciplina, que no impidió la independencia para elegir un portavoz distinto del querido por Adolfo Suárez. Para un comportamiento de esa clase no se precisa reformar la Constitución.