Falabarato

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

23 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre me gustó esta palabra, falabarato, este término del lenguaje popular que define con precisión la charlatanería. Lo traigo a colación tras dos semanas de competición y falsas promesas en esa cita cuatrienal previa a las elecciones del domingo. El exceso de verborrea, el incremento falaz del puedo prometer y prometo ha llegado al paroxismo en la campaña pese al paisaje de vacas flacas que aún prevalece en este viejo país.

Falabarato encuentra sus sinónimos en embaucador, en mercachifle, en el arte mezquino de hablar por hablar para no cumplir lo dicho, en pico de oro como maestro de la labia sin contenido, vacía, en chamullero o parlanchín, baladrón o zascandil. Todos ellos con un acento peyorativo de quienes dicen sin decir nada, de quienes hablan sin tener nada que decir. Tribus enteras de políticos se han paseado por España, manteniendo un esquema de mítines, siguiendo el más obsoleto de los modelos, el más antiguo y de dudosa eficacia. Banderolas y pasquines, rostros colgados de las farolas sonriendo al ciudadano que se pregunta el porqué de esa media risa estática pidiendo su voto.

Hace muchos años venían por mi pueblo los charlatanes de feria vendiendo mantas y estilográficas. Eran los tiempos en que las mantas se llamaban cobertores antes de convertirse en edredones. Desde la trasera de un camión, el simpático animador efectuaba chascarrillos con una voz tan impostada como poderosa que hacía vibrar los altavoces. La locución iba dirigida a un público fiel que siempre se llevaba la mercancía.

«Por doscientas pesetas se va a llevar no una, ni dos, tres mantas, estoy que lo regalo, señora, y ya verá que cuando se cubra con una de ellas, se lo digo a usted caballero, siempre tocará pelo?». Y dirigiéndose a su ayudante, añadía: «Secretario, regale usted estos diez peines de carey auténtico a los caballeros presentes entre el público».

Más o menos las mismas ofertas que se hacen en las campañas electorales, y con esa inofensiva picaresca popular que en nada se parecía a quien hace malabares con el dinero público.

Prácticamente los charlatanes de feria profesionales de la venta han desaparecido, aunque cada año en Orihuela, el día de San Antón hay un certamen, un concurso en el que se elige al mejor charlatán. Se hace en honor de Ramonet, un vendedor albaceteño que recorrió hasta su muerte todas las grandes ferias españolas desde las fallas al Pilar de Zaragoza, contando y cantando su mercancía, como antes hiciera el gran charlatán bilbaíno León Salvador, creador de los duros a peseta.

Concluye por ahora, y hasta dentro de muy poco tiempo, la apoteosis de los falabaratos que no los quitamos de en medio.

P.S. Se me olvidaba gritar hoy más que nunca ¡Forza Dépor!