Pactar o no pactar, «that is the question»

OPINIÓN

28 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La idea de que el PP quedó descalabrado en las elecciones del domingo solo se sostiene si se dan por hechos y firmados los múltiples pactos que deben facilitar el optimista balance del PSOE y las Mareas, y cuya esencia consiste en decir que la matemática electoral es una cosa secundaria, y que lo que de verdad importa es saber quién gana poder y quién lo pierde. Pero tales pactos van a ser muy diversos y complejos. Porque Ciudadanos tiene que encontrar similitudes con Podemos. Cada marea tiene que saber si es igual o diferente a la otra y si es franquicia de Podemos o de IU. Todos deberán aclarar si son independentistas, jacobinos o mediopensionistas. Y el PSOE tiene que enamorarse de todos -como primero, segundo o tercero- sin que nadie cuestione su capacidad de meter en cintura a todos los tontos útiles que le van a regalar el poder.

Además de hacer pactos bipartitos, cuya coherencia se obtiene con cierta facilidad, tendrán que hacer acuerdos de ideología variable a tres, cuatro y cinco bandas, que pronto empezarán a cantar como un carro del país co eixo mal untado. Y por eso no se vale, como quieren todos, pactar y no pactar al mismo tiempo. Pactar a esgalla sin que nadie lo note. Pactar por la sagrada patria y sin intercambiar intereses ni hacer cesiones programáticas. Y pactar sin que comparezcan, pluma en ristre, los que han de garantizar que toda esa faísca atada nun feixe funcione con una disciplina propia de la casta más rancia. Y ahí está -¡ecce mater agni!- la madre de todos los corderos.

Para que todos visualicemos la derrota del PP tiene que estar muy claro que las nuevas mayorías quedan compactadas por acuerdos de intereses y cuotas de poder. Porque eso de «pactar con la gente», y establecer líneas rojas que cada cual define unilateralmente -no a los desahucios, casas gratis para todos, rentas de inserción sin límites, agua y gas para todos sin que nadie tenga que pagarle a los ladrones que venden energía, impuestos a esgalla para los ricos y las empresas y Jauja dorada para todos los demás, y una incontenible decisión de despellejar a cualquiera con la primera sospecha-, no son más que monsergas propias de mozos inexpertos que creen que el cambio político no tiene más secretos que desalojar a los demonios de los palacios del poder y meter en su lugar una legión de angelitos, con alas doradas y vestido blanco, que canten en los plenos el Aleluya de Häendel.

La disyuntiva es clara: si hacen pactos para desalojar al PP del poder y para entregarle la batuta de la indignación a un PSOE igual de derrotado, se convierten todos en puñetera casta. Y si no pactan, mandarán los números, y solo el PP será una alternativa de gobierno, bastante eivada, pero maciza. Porque lo que estamos haciendo no es una regeneración. Solo es, en román paladino, un pan como unas hostias.