¿Debe gobernar la lista más votada?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es una de las cuestiones de más larga tradición en la política española. De hecho, el debate sobre si tras unas elecciones locales debe gobernar la lista que, entre las ofertadas al cuerpo electoral, ha obtenido más sufragios se planteó ya crudamente con ocasión de las primeras municipales democráticas. En marzo de 1979, UCD venció electoralmente en muchos pueblos y ciudades, una parte de los cuales acabaron, sin embargo, en manos del PSOE, tras los pactos que aquel cerró con el PCE.

Desde entonces el debate sigue abierto y, como las epidemias estacionales, reaparece con fuerza cada vez que elegimos ayuntamientos y, aunque en menor medida, parlamentos autonómicos.

En el sondeo poselectoral realizado por Sondaxe que hoy publica este periódico se formula tal cuestión en los siete mayores núcleos urbanos de Galicia y la respuesta es concluyente: como media, el 55 % de los entrevistados están de acuerdo «con los que defienden que la lista más votada es la que debe gobernar», afirmación que el 36% no comparte. Esos casi veinte puntos de diferencia, que no son ninguna tontería, se mantienen, con ligeras variaciones al alza o a la baja, al margen del sexo, el grupo de edad o la ciudad.

No hay más que analizar lo que ha ocurrido en las siete ciudades referidas para apreciar la racionalidad de esa opinión mayoritaria: en cuatro de ellas gobierna la lista más votada (Vigo, Pontevedra, Ourense y Santiago) y en dos la segunda más votada, pero situada a una diferencia irrelevante (A Coruña, por un puñado de votos) o muy pequeña (Lugo, por un concejal) de la candidatura ganadora. Solo en Ferrol, donde ocupa la alcaldía el cabeza de una lista que obtuvo poco más de la mitad de los concejales que la lista ganadora (6 frente a 11), se ha producido una obvia alteración del resultado electoral. Y es que no es lo mismo que frente a 11 gobiernen los que suman 10 y 3 que los que, como en Ferrol, suman 6, 5 y 2: quien no aprecie tan notable diferencia no entiende que la democracia es una cosa y la matemática electoral otra diferente.

Y es que el principio de que debe gobernar la lista más votada ha de interpretarse cabalmente, en el sentido de que lo que impide son pactos que, como el de Ferrol, vulneran, a todas luces, el sentido de la expresión del voto popular. Existen métodos diversos para asegurar que tal anomalía democrática no pueda producirse, métodos que son además compatibles con la garantía de la estabilidad. Por ello, cuando una parte tan mayoritaria de la opinión pública gallega defiende, en perfecta reproducción de lo que sucede en toda España, que la lista más votada es la que debe gobernar, resulta incomprensible que el legislador no haya procedido a cambiar un sistema que permite, por ejemplo, que Ferrol esté gobernada por un alcalde cuya lista obtuvo el 22 % de los votos.