Faetones

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia fantástica enseña cómo el dios Helios cada mañana montaba el carro del sol tirado por briosos corceles a los que solo una experta mano podía dominar y hacer que marcaran el recorrido acompasado que determinaba el amanecer y el anochecer, el frío y el calor, las estaciones y las lluvias.

Faetón -hijo de Helios- expresó a su padre el deseo de conducir el carro de fuego a través de los cielos como hacía él todas las mañanas; pero el dios replicó que aquel era el único deseo que aún no podía cumplir porque ese viaje era muy peligroso para quien no disponía de la pericia suficiente.

Faetón insistió diciéndole que siendo su hijo como era y sintiéndose preparado, podía hacer su tarea mejor que él.

Antes que el dios del Sol replicara, Faetón saltó sobre el carro y se acomodó en él para partir.

Helios no cesó de darle recomendaciones antes de intentarlo: debía mantenerse siempre en el medio, ni muy alto ni muy bajo y seguir el mismo rumbo cotidiano que él recorría.

Le aconsejó que mantuviera firme las riendas y que no abusara del látigo y que se cuidara de los muchos peligros que pudieran acecharlo; pero antes de que pudiera continuar, Faetón partió y los alados corceles lo llevaron hacia lo alto perdiéndose en los cielos e iniciando el camino del nuevo día.

Al poco de iniciar su andadura el carro comenzó a moverse demasiado y los caballos se asustaron, corrieron más velozmente e impidieron a Faetón detenerlos y, antes que pudiera intentar nada, perdió el rumbo y la orientación.

Faetón entró en pánico y perdió el control, abandonando las riendas de los caballos, que siguieron su desenfrenada carrera transitando por lugares donde nunca antes habían estado, chocando con cuerpos celestes y provocando un verdadero caos cósmico.

Las estaciones dejaron de acompasarse, el descontrol hizo que al descender demasiado abrasara la tierra, generando desiertos donde antes había tierra fértil, quemó la piel de los hombres hasta hacerla negra, la luz no siguió a la noche, los inviernos se hicieron glaciales y apareció el hambre y el desconcierto entre los hombres?

Esta experiencia de dejar las riendas a faetones con currículos que en muchos casos solo arrojan la habilidad de haber sido unos buenos delegados de clase, activistas de manifa, porno alternativo, revienta actos, monta bullas y poco más, corre el riesgo de tener consecuencias míticas. Confiemos en que los esperanzadores vientos de cambio entreguen el carro a quienes -dentro de la nueva casta- dispongan de la experiencia, formación y pericia exigidas para tan delicada tarea.

Lo raro es que siendo un mito griego no hayan tomado nota ni los griegos.