¿Le iría mejor a Galicia sin partidos estatales?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

26 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El nacionalismo defiende desde siempre que Galicia tendría mucho que ganar con una gran representación propia (así llamada) en las Cortes Generales, es decir, con una que formasen solo o mayoritariamente partidos no estatales. El reciente Banquete de Conxo 2.0 recoge esta bandera y hace un llamamiento a la formación de una «candidatura galega de unidade» que puede aspirar a lo que los allí congregados denominan un «grupo parlamentar galego soberano».

Tal llamamiento, plenamente legítimo sin duda, resulta también perfectamente criticable por sus debilidades evidentes, empezando por la que origina las demás: asumido que la representación por partidos exclusivamente regionales fuese buena para Galicia, habría que aceptar, claro, que por idénticos motivos lo sería también para las restantes comunidades, lo que llevaría a defender como el mejor sistema de partidos aquel donde los de ámbito estatal fueran sustituidos por una miríada de fuerzas autonómicas.

Tal sustitución tendría, sin embargo, efectos tan perversos como inevitables: por un lado, imposibilitaría la gobernabilidad, pues esta exigiría constantes tratos entre un numeroso grupo de fuerzas regionales dominadas por un egoísmo territorial que nacería del hecho de que cada partido solo competiría por los votos en su propio territorio, de modo que los intereses de los otros se la traerían completamente al fresco; pero es que, además, en un sistema de partidos formado solo por fuerzas regionales el citado egoísmo favorecería sin duda a las comunidades con más riqueza y población (entre las que Galicia no figura) en perjuicio de las más pobres y despobladas. Baste un ejemplo: una alianza entre cuatro territorios (Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana y Cataluña) tendría mayoría absoluta en el Congreso y podría así imponerse a las 13 restantes comunidades españolas.

En realidad, contra lo que se afirma como evidente, son los partidos estatales los que, por tener que competir en toda España, están en condiciones de llevar a cabo una mediación de intereses que garantice la unidad y la solidaridad territorial.

Por lo demás, basta leer un poco para saber que la práctica totalidad de las democracias funcionan sobre la base de grandes partidos estatales y que aquellas donde no es así (Bélgica supone un ejemplo insuperable) son todo menos un modelo que pueda servir de inspiración.

En un sistema como el actual, con grandes partidos estatales, Galicia pierde unas veces y gana otras, al igual que los restantes territorios. Con la generalización en toda España de uno como aquel que defienden para Galicia los nacionalistas, nuestra comunidad pasaría a quedar subordinada a los intereses de otros territorios más poblados y más ricos. Más allá de toda la retórica de los nacionalistas, esa es, dicho sin tapujos, la verdad.