La tragicomedia catalana y sus protagonistas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

01 sep 2015 . Actualizado a las 12:18 h.

Si el problema catalán resulta siempre ridículo y casi pueril en los términos en los que lo plantean personajes como Artur Mas, Oriol Junqueras o Ada Colau, visto desde la distancia que proporciona el relajo veraniego alcanza tintes casi grotescos. Analizado serenamente y con la calma que proporciona el placentero aburrimiento estival, el hecho de que haya todavía quien afirme sin sonrojarse que los catalanes son un pueblo sojuzgado y sometido a la violencia del Estado español solo puede considerarse como una broma de mal gusto. O, más concretamente, como una estupidez. A veces es difícil tomarse el tiempo necesario para ver las cosas con la tranquilidad debida, pero lo cierto es que aquello que en el agitado fragor político invernal se nos antoja como un conflicto grave y de altura, adquiere matices cómicos cuando se analizan en su dimensión real, que no es otra que la de la farsa, los argumentos esgrimidos y los debates políticos que se plantean en Cataluña.

Una muestra palpable de esa tragicomedia catalana la tenemos en el apasionante dilema de si la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, debe acudir o no la marcha independentista del 11 de septiembre. Un asunto, al parecer, de dimensiones y consecuencias históricas sobre el que la regidora lleva meses cavilando, dejando así al resto de los españoles en un preocupante estado de desasosiego. Un sinvivir, vamos. Parece ser que, después de largas y sesudas reflexiones, y tras anunciar primero que no iría y luego que sí, la cosa tiende ahora de nuevo al no. Es decir, a que Colau no irá. Pero no hay que precipitarse, porque el asunto podría dar un giro dramático y la alcaldesa podría decantarse de nuevo por el sí. Anuncia Colau que en su «rol institucional» no debe estar, lo que deja abierta la puerta a que acuda en cualquier otro de sus «roles».

Las tribulaciones de Oriol Junqueras, sin embargo, son de mayor enjundia y consisten en dilucidar si las bandas de color azul que luce el R.?C.?D. Espanyol en su escudo son o no una muestra del abyecto imperialismo borbónico que pretende someter al pueblo catalán. Como se lo cuento. Y, para rematar el cuadro, mientras la Guardia Civil irrumpe en la sede de CDC y se lleva una decena de cajas con documentación en el marco de una investigación de la fiscalía por graves casos de corrupción, la respuesta de Mas es decir que se trata de un «menosprecio» del Estado español a Cataluña.

Esta es la altura del debate y estos son los argumentos políticos a poco menos de un mes de que se celebren unas elecciones que supuestamente deberían conducir a una declaración unilateral de independencia de Cataluña, generando así un gravísimo conflicto. Y esta es la talla intelectual de algunos de los personajes que han conducido a esta esperpéntica situación. A estas alturas, y con estos precedentes, pedirles a Artur Mas, a Oriol Junqueras o a Ada Colau que tengan sentido de Estado es un empeño inútil. Pero sí cabría pedirles al menos que tengan un poco de sentido del ridículo.