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Arturo Maneiro
Arturo Maneiro EL VENTANAL

OPINIÓN

04 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Al Ayuntamiento de Vigo le han edificado uno de los mejores y más modernos hospitales públicos de Galicia y de España. Sin embargo, no están contentos. Es más, se muestran enfadados, muy enfadados. En todo ello andan muy eficazmente los sindicatos, unas de las organizaciones más inmovilistas de nuestros días. Siempre parecen enfadados, molestos. En lugar de ver las grandes ventajas solo ven los problemas iniciales. Se magnifican los defectos de toda obra nueva. Sería muy bueno que todo esto estuviera provocado para ayudar a los pacientes y a sus familias, pero no está nada claro que sea así. Más bien parece que se mueven por esa insatisfacción que caracteriza a grandes sectores sociales de las grandes urbes. Más bien parece que se trata de luchar contra el enemigo común que tanta renta electoral proporciona.

Este es un ejemplo de los muchos que se podrían poner sobre lo que provocan estos tiempos revueltos. En estos tiempos en que nadie parece mostrarse conforme con nada: ni con hospitales nuevos, ni con bancos de libros gratuitos, ni con la calidad de enseñanza, ni con estaciones del AVE, ni con el impresionante túnel de la Marina en A Coruña, ni con el marido o la mujer, ni con los médicos, ni con los hijos, ni con los dirigentes políticos, aunque sean de Podemos, ni con los presidentes de Diputación tipo Lugo.

Si un ser humano comete el asesinato de sus dos hijos, la culpa es de quien gobierna y debe dar cuenta en el Parlamento. Si otro ser humano comete el grave delito de quemar el monte y es necesario gastar miles y miles de euros para apagarlo, quien gobierna debe dar cuenta en el Parlamento. Si no llueve, algo debe hacer el gobernante. Si llueve demasiado también es el gobernante quien debe dar solución. Si los gobernantes de las mareas no saben cómo resolver problemas, deben ser las asambleas de ciudadanos las que den la solución o avalen la ocurrencia de turno. En el Parlamento, los diputados no buscan soluciones a los problemas de la sociedad, más bien lo utilizan como un foro en el que vuelcan todas sus insatisfacciones personales y políticas.

Las noticias de cada día nos muestran el panorama descrito aquí con unos rasgos un poco caricaturescos. Pero realmente se llega a pensar que grandes sectores de la sociedad están más pendientes de lo que no tienen que de disfrutar los grandes avances con los que cuentan. Esos grandes avances por los que se juegan la vida los miles y miles de refugiados e inmigrantes que tratan de entrar en nuestro sistema social.