Cosas del guion

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

04 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

De vez en cuando me da por poner uno de esos filmes clásicos, en los que los guionistas se llamaban William Faulkner y en ese plan, para palpar en carne viva la humillación que representa para quienes escribimos escuchar esos diálogos de aplastante perfección, frase tras frase, escena tras escena.

Al ver en la tele una peli en blanco y negro, en lugar de El asombroso mundo de Gumball, mi hija Alicia (5 años) me pregunta:

-¿Cuando eras pequeño el mundo era gris?

La verdad es que sí que era gris, pero sin la épica y la poesía de El halcón maltés o La ley del silencio.

Los guionistas, esos tipos a los que encierran durante semanas en una cabaña para que pulan sus personajes y sus secuencias, todavía hoy obran el milagro de colar una o dos sentencias memorables en cualquier película. Da igual. Ya puede ser una de la saga Harry Potter (aunque imagino que aquí el mérito es de J. K.), donde escuchamos al pelirrojo y asustadizo amigo de Potter apuntar:

-¿Qué sería de la vida sin dragones?

O en la mismísima Supersalidos, un icono del género de adolescentes torturados por el priapismo, donde ni siquiera es el fascinante McLovin, que se va de juerga toda la noche con un par de polis fuera de control, sino el colega gordinflón quien espeta:

-Esto es como escuchar por primera vez a los Beatles.

Pero mis favoritos no son Leigh Brackett ni Paul Schrader. Ni siquiera William Faulkner, y eso que en mi pueblo lo que hay por Faulkner es auténtica devoción, e incluso lo plagiamos por las noches para ir pillando soltura con el teclado.

Mis preferidos son de lejos los guionistas de Mariano Rajoy, que están entre el Cuerda desatado de Amanece que no es poco y un mano a mano entre Azcona y Berlanga. Y no hablo de hallazgos recientes, como cuando se zambulló en la ontología, en el Ser mismo, al enunciar que un plato es un plato y un vaso es un vaso. Eso era solo un calentamiento, como cuando Maradona, en un vídeo de su etapa en el Nápoles, se pone a darle doscientos o trescientos toques al balón sin que caiga al suelo. A mí el que me gusta es ese Rajoy de escarcha en las venas que, cuando el 25 de julio del 2012 un asesor demacrado, lívido, los pelos y los nervios de punta, balbuceaba entre sollozos que la prima de riesgo andaba desbocada por los 649 puntos, atajó sin pestañear:

-Ya bajará.

Solo el presidente del Gobierno y tal vez Tom Doniphon, el hombre que de verdad mató a Liberty Valance, están a la altura de esta frase descomunal.