Disturbios en la ciudad vieja de Jerusalén

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

09 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque las escaramuzas, provocaciones y represalias se han mantenido activas, el eterno conflicto árabe?israelí parecía vivir una de sus etapas más tranquilas durante estos últimos meses. Y digo parecía porque lo cierto es que la miserable vida de los palestinos y la alerta permanente a la que se ven sometidos los israelíes es cualquier cosa menos un estado de plácida armonía.

Pero es indudable que, desde el inicio del despertar árabe en el año 2011 y como consecuencia de las guerras civiles en Libia, Siria y Yemen, el caos sectario en Irak y la gravísima crisis política en Egipto, la situación de los palestinos se ha quedado en el limbo de los asuntos pendientes de resolución pero no urgentes para las agendas de la llamada comunidad internacional. Y no porque no sea urgente en sí misma, sino porque la evolución de los acontecimientos ha degenerado tanto que ha quedado difuminada por el peso de realidad. Difícil competir con la barbarie del Estado Islámico, la psicosis que los atentados yihadistas han provocado en Europa y, más recientemente, con la oleada de refugiados y los bombardeos rusos en Siria.

Ni siquiera el informe de las Naciones Unidas que alerta sobre la insostenibilidad de la situación en Gaza ha tenido una repercusión mediática relevante. Con gran parte del apoyo económico que Hamás recibía de Irán, Arabia Saudí y Catar congelado o desviado a la guerra de Siria, sin el respaldo del defenestrado presidente egipcio Mohamed Mursi y los Hermanos Musulmanes, la actitud beligerante de Hamás ha menguado considerablemente, algo inadmisible para ellos. Por eso han iniciado una agresiva campaña atrincherándose en la explanada de las Mezquitas primero y cometiendo atentados en la ciudad vieja de Jerusalén ahora. Muy mala idea cuando el mundo está tan ocupado mirando hacia otro lado.