Avisos desde Argentina

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

25 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Argentina no es España. Ni siquiera es Galicia. Y eso que, a este paso, como no se corte la hemorragia demográfica, pronto habrá (si no los hay ya) más gallegos en Buenos Aires que en Galicia. Pero, con todos los matices y distancias que se quieran adjuntar, hay un par de avisos -llamarlos lecciones sería demasiado pretencioso- que los comicios presidenciales argentinos plantean de cara al 20 de diciembre.

El primero es que, por primera vez en la historia de su democracia, ha ganado en Argentina un candidato que no pertenece a los dos buques insignia del bipartidismo: el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical. Macri y su Cambiemos (ojo a la rima) han abierto una vía de agua tipo Prestige en el paquebote del inmovilismo y lo predecible.

La segunda alerta se parece sospechosamente a la que encendió David Cameron en el Reino Unido en mayo, cuando tumbó los sondeos con una mayoría absoluta directa a la mandíbula. Esa noche, además de sus rivales Ed Miliband y Nigel Farage, besaron la lona los augures demoscópicos y el presunto empate técnico que habían pronosticado entre conservadores y laboristas. En la primera vuelta de las presidenciales argentinas, el 26 de octubre, las encuestas también se partieron la jeta estrellándose contra las urnas. Como la de los estadísticos británicos, la derrota de los sondeos en Argentina fue gloriosa: un siniestro total con visos de obra de arte, como ese Madrid de Florentino al que el sábado le pasó por encima la orquesta sinfónica del Fútbol Club Barcelona.

Rajoy tampoco es Macri. Para empezar, porque Macri es de Boca y Rajoy es del Madrid. Y, sobre todo, porque a Rajoy le gusta lo predecible. Olvida que a muchos otros lo que les pone es ese leve toque del futbolista que hace exactamente lo contrario de lo que todo el mundo espera. Como Messi, que por algo es argentino. O como Iniesta, que es de Fuentealbilla y tiene cara de pálido yerno ideal, pero también resulta imprevisible.

No sabemos si el 20D ganará lo predecible o lo imprevisible. Ni siquiera si el bipartidismo mantendrá en pie las almenas de su Exin Castillos. Pero, como escribió Martín Caparrós tras el revolcón de la primera vuelta en Argentina, no hay que fiarse de las profecías de la «democracia encuestadora»:

-Es la belleza de la historia: que a veces, muy de vez en cuando, se sale de sus vías tan cuidadas.