Cataluña, como si no hubiera problema

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

28 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Existe algún problema político con Cataluña? Si se miran por encima los programas de los partidos políticos, parece que ninguno. El único que se moja algo es Podemos y después de una rectificación. Al principio solo hablaba de «plurinacionalidad» española; pero después la prensa le recordó que se había olvidado del referendo que propugnaba y parece que Pablo Iglesias dijo algo así como «¡ahí va, Dios!», y tardó horas veinticuatro en volver sobre sus pasos e incluir la consulta entre sus propuestas con un matiz elemental: «un referendo con garantías». Y a otra cosa, mariposa.

Los demás no salen de su esquema habitual: el Partido Popular y su unidad de España; el Partido Socialista y su propuesta federal, cuando solo el 27 por ciento de los catalanes aceptan esa fórmula, según el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO); y Ciudadanos da por supuesto que conocemos su criterio de ninguna debilidad. Es decir, nada con sifón: ni una propuesta política nueva, ni ninguna promesa de acción política, ni ningún esfuerzo por eso que tanto se sugiere: encontrar alguna fórmula de encaje amable de Cataluña en el Estado español. A veces parece que el asunto catalán es un argumento de periodistas y un trabajo del Tribunal Constitucional.

En Cataluña, en cambio, sucede lo contrario. La CUP decide que las elecciones del 20 de diciembre son un asunto español y, por tanto, no se presenta. Esquerra y Democràcia i Llibertat (seudónimo de Convergència) vienen con sus planteamientos de separación. Y en su territorio siguen con su matraca: la desconexión, las leyes instrumentales para hacerla posible, la campaña internacional sin éxito, el discurso permanente del agravio y lo que viene ahora, que es la sentencia del Tribunal Constitucional, la desobediencia, la suspensión o multa de los responsables y las barreras humanas para impedir el desalojo de sus despachos de los cargos suspendidos. Resumen: unos trabajan denodadamente en su utopía y otros entienden que de ese problema ya hablaremos. Los que van a perder piensan que será un asunto del nuevo Gobierno y los que van a ganar creen que a base de leyes se sigue aplazando el problema.

Lo que esto significa es que los partidos estatales no tienen nada nuevo que proponer ni hacen un gran esfuerzo en pensarlo. Pasarán las elecciones, aumentará el conflicto y todo se quedará en un «ya veremos». Mientras tanto, los predicadores del desierto seguiremos diciendo que hacen falta leyes, pero algo más que leyes, y la política como arte de resolver un grave problema seguirá siendo la gran ausente. Si se cumple el viejo principio de «la tierra para quien la trabaja», ya podemos intuir para quién será la tierra catalana.