¡Qué poco parecen valer las manifestaciones multitudinarias cuando te despiertas leyendo la noticia de que, a la vuelta de la esquina, esta noche, un vecino ha matado a su madre! ¡Qué poca utilidad parecen tener las medidas de protección cuando un hombre mata a tiros a su exmujer y a su exsuegra en plena calle y delante de su hijo de tres años! ¡Qué poco parece impactar la celebración del día sobre la violencia de género cuando días después un hombre despechado mata al marido de su ex novia en Ponte Caldelas! ¡Qué poco parecen ayudar todos los discursos grandilocuentes de los políticos, las protestas que las mujeres realizamos en la calle, en los medios de comunicación, en nuestros hogares cuando cada día amanecemos con una muesca más en la culata que el terrorismo machista empuña en nuestro país!
Y es que la realidad nos demuestra todos los días el fracaso de nuestra sociedad a la hora de educar a la población para acabar con el sistema patriarcal y el machismo en todas sus expresiones. Todos somos conscientes de que las relaciones no son fáciles y de que las rupturas son todavía más difíciles. Acabar un proyecto de vida en común, deshacer unas perspectivas de futuro y romper unos lazos afectivos puede resultar devastador. Ver cómo otra persona ocupa el corazón de aquel o aquella a quien amas puede hundirte en la miseria. Pero la vida continúa y es preciso concienciar de que cuando algo se acaba una nueva vida comienza. ¿Cómo se logra? No es fácil, obviamente. Cada persona es un mundo y sus circunstancias, un universo, pero si no redoblamos los esfuerzos y no trabajamos en la educación de los jóvenes, no lanzamos campañas constantes de información y mostramos las terribles consecuencias de la violencia de género, los asesinatos de muchas mujeres y de algunos hombres serán cada vez más frecuentes, a la vuelta de la esquina.