Por lo menos, concejal, dice Rajoy

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Por lo menos hay que haber sido concejal», dijo el señor Rajoy de sus competidores. Con esa frase completa la trilogía de grandes argumentos personales contra Albert Rivera y Pablo Iglesias. Los otros dos son: esos líderes han sido fabricados en tertulias de televisión o de cafetería y no tienen proyectos serios de gobernación de España, sino simples ocurrencias. Esa es la línea de combate que practican los mitineros y propagandistas del PP. Por ahora no hay constancia de que produzca efectos demoledores en las encuestas de intención de voto, pero quizá sea cuestión de insistir.

En cambio, no se ve una gran línea argumental contra sus propuestas políticas, despachadas, como digo, con el apelativo de ocurrencias, que valen igual para las ensoñaciones de Podemos o las ofertas discutibles, pero muy concretas y claras de Ciudadanos. Solo a este último partido se le hará una paralela tipo Agencia Tributaria para comparar programas. Al otro grande en discordia, Pedro Sánchez, el señor Rajoy aspira a fulminarlo en el cara a cara que mantendrán el día 14. Todas las patadas ganadas por la gestión de Zapatero se las va a llevar el culo de Sánchez, como ocurrió en las sesiones de control.

El reproche de no haber sido ni concejal es una apelación directa y cruel a la falta de experiencia, esa cualidad que se exige a los jóvenes en su currículo, aunque estén buscando el primer empleo, y de la que ciertamente puede presumir Rajoy después de su dilatada carrera política desde Pontevedra, la Xunta, cuatro ministerios, una vicepresidencia y cuatro años de presidente. No existe político más experimentado que él, ni en el buen sentido ni en el que decía Oscar Wilde: «Experiencia es el nombre que cada uno da a sus errores».

Ahora bien: si la experiencia es un magnífico patrimonio de Rajoy, su falta no tiene por qué ser un demérito de los demás. Quien lleva tantos años sin bajar del coche oficial puede haber perdido sensibilidad de la calle; quien nunca ha pisado moqueta puede saber mejor que nadie de qué habla la gente llana y qué se debe hacer para devolver la confianza a la sociedad. Quien ha gestionado mucho puede conocer perfectamente los vericuetos administrativos, pero también puede estar contagiado de sus defectos; quien no ha gestionado directamente puede ser consciente de sus limitaciones y rodearse de equipos más eficientes que el más experimentado gobernante. Y, finalmente, si la experiencia es el gran valor para dirigir el país, podemos despedirnos de la renovación, y alguna vez habrá que renovar. Conclusión: la experiencia es siempre un mérito; pero su ausencia no tiene por qué servir para cercenar la carrera de nadie. Como diría el propio Rajoy, depende?