El superego blanco hecho trizas

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

02 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El Barça juega al fútbol como el urbanismo de Barcelona, que viene del plan Cerdá de finales del XIX. Ordenado, una cuadrícula que se asocia, con sus hallazgos de magia. El Madrid, hoy por hoy, con una plantilla espectacular, juega al fútbol como el urbanismo del Madrid de los Austrias, un lío, imposible para el tráfico de coches ni de balones. El club blanco tampoco sabe dónde está enterrado Cervantes. No hay plan. Benítez es un sargento y no sabe qué hacer. En el partido contra el Barça obedeció a Florentino y puso a los cromos bonitos, pero Benítez no sabe jugar al ataque. Benítez es un defensor. Es un muro. Y ¿cómo ataca un muro? ¿Lanzando ladrillos? Es curioso, salvo Navas en la portería y algún cambio en la defensa, el once goleado por el Barcelona es muy parecido al de Ancelotti que abrasó al Bayern en Múnich camino de Lisboa. Solo hubo un intercambio factible de cromos, Kroos por Xabi Alonso y la marcha de Di María, que se puede casi anular con la llegada de James. En los dos partidos estaba la BBC. ¿Qué pasó, entonces? ¿Se puede ser tan buenos y tan malos? Ancelotti les dejaba jugar. Ancelotti trabajaba las diagonales de Cristiano desde la banda (una diagonal limpia como la Castellana de grande) y las combinaciones. Con Benítez, jugaron los buenos, pero como si fueran malos. Regalaron el balón y ahí se acabó el clásico. Fue un ridículo. El superego de Florentino, por meterse en lo que no debe, hecho trizas. Una lectura más cultural sería que el Barça juega como un cuadro de Mondrian, con esas rectas de colores interconectadas, donde todas las combinaciones son posibles. Y el Madrid, con Benítez en la banda, es una banda que se parece a un cuadro de Pollock, expresionista abstracto, manchones de colores en la tela del césped, donde el único plan es no encajar y marcar gracias a las explosiones de talento de una plantilla que se merece otro entrenador y otro presidente. El Madrid luego sumó en Ipurúa, campo obrero, pero fue una victoria industrial, con ese triste 4-4-2 de Benítez que no cura la humillación del clásico.