Todos los pactos son radiactivos

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

22 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo hay dos escenarios posibles y ambos emiten altas dosis de radiactividad, que podrían calcinar a todos aquellos que se acerquen al cráter abierto el domingo por la noche en el mapa político español. La primera opción es la que ya ha sido denominada como «gran coalición» entre PP, PSOE. Ese acuerdo podría ser más o menos explícito. Es decir, un pacto de legislatura de cuatro años cerrado a la alemana, con Rajoy o Soraya al frente de un Gobierno formado por ministros de ambos partidos, que garantice estabilidad de cara a los acreedores y permita a PP y PSOE reinventarse desde cero (o desde 1996, que ya ha reaparecido Aznar para sumarse al baile). La otra opción es un apaño a la española: el PSOE se abstiene, Rajoy o su sustituta gobiernan en solitario con un contrato basura y en dos años elecciones.

Las presiones que va a soportar Pedro Sánchez para escoger este camino no tienen precedentes en la joven democracia española. Vendrán (ya han empezado) de la mayor parte del PP, del Ibex, de Bruselas, de París, de Berlín, incluso del PSOE del sur. Este escenario es cortoplacista (máximo cuatro años) y es fácil adivinar cómo acaba el cuento: en Grecia le dio la mayoría absoluta a Syriza. Para maquillar el pacto y evitar acabar como el Pasok griego, es probable que el PSOE apoye solo la investidura mediante la abstención. Pero será difícil que no cale la gran idea original de la factoría Errejón: la casta PPSOE, las élites extractivas, y el resto del cuento tantas veces repetido.

El segundo posible escenario es repetir elecciones cuanto antes. Este cráter del volcán también emite gases tóxicos, porque nadie puede garantizar que no quede todo igual y entremos en un bucle infinito, algo parecido a lo que ocurre desde hace años en Cataluña, donde las elecciones ya forman parte del almanaque.

Lo que por desgracia parece descartado es que nadie vaya a hacer verdadera autocrítica. Lo ocurrido el domingo por la noche demuestra que, en contra de lo que digan las cuentas de Montoro, una buena parte de la sociedad no ha superado esta crisis económica, política y moral que nos ha devastado durante los últimos nueve años. Y, lo que es peor, están viendo cómo el tren arranca y los deja en el andén. Se trata de una capa de la sociedad joven, urbana y bien formada que se ha quedado fuera del sistema, y por tanto no tiene nada que perder si el sistema salta por los aires. Y se trata además de un colectivo sin bandera territorial: aunque resulte paradójico, la indignación es un elemento cohesionador que ha horadado al nacionalismo en Galicia, Cataluña y el País Vasco.

Enfrente, el PP «de toda la vida», el que trata de convencernos de que en todos los partidos hay golfos «y usted más». Con unas políticas, un modelo de sociedad e incluso una dialéctica que tienen fecha de caducidad. Y el PSOE, con los mismos lastres y una vía de agua a su izquierda que amenaza con hundir el barco para siempre.