Hubo un tiempo de euforia europeísta en el que se pensó en la posibilidad de vertebrar una región -un espacio económico y de interrelación social y económica- que, asomada al Atlántico, llegaría desde Ferrol hasta casi las puertas de Oporto. Existe todavía un organismo, el Eixo Atlántico, cuya misión es la cooperación transfronteriza en el oeste de Europa, pero hay decisiones que han ido tomando las diferentes administraciones que, en la práctica, achatan ese espacio. Sobre todo por el norte.
En los últimos tiempos se reciben con la natural alegría noticias de la entrada en servicio de nuevos tramos de la red ferroviaria de alta velocidad que debe acabar uniendo toda Galicia con la meseta. ¿Toda? En realidad, no. Los nuevos horarios y servicios anunciados por Renfe para mejorar las frecuencias y acortar los tiempos de viaje a partir del 1 de febrero ponen de manifiesto que, por más que en los papeles siga existiendo, una porción del territorio está siendo rebanado del Eje Atlántico. Las comarcas de Ferrolterra, Eume y Ortegal, habitadas por unas 200.000 personas, no solo se han quedado al margen de los programas del AVE, sino que acumulan lustros de estudios y más estudios para, siquiera, disponer de unos servicios de cercanías y media distancia que dejen de parecerse al ferrocarril que llegó hace poco más de cien años.
La autopista, otro instrumento de vertebración, solo se completó después de años de retraso porque un accidente con una plataforma petrolífera en construcción rompió un puente y dejó la zona tan aislada como medio siglo antes. ¿Hará falta otro paso atrás para dar un pequeño salto al futuro? Parece el cansino andar de algunos invertebrados.