Un candidato con insuficiente capital electoral

Benigno Varela Autrán JURISTA Y MAGISTRADO DEL TRIBUNAL SUPREMO JUBILADO

OPINIÓN

05 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Resulta incuestionable que el resultado de las últimas elecciones generales en España no ha dotado a ninguno de los partidos políticos que en ellas obtuvieron representación parlamentaria del caudal de votos suficiente para ostentar una mayoría necesaria que permita conformar un Gobierno de la nación. Podrán discutir entre ellos sobre la mayor o menor captación del voto ciudadano, pero lo cierto es que ni el PP con sus 123 escaños -que pueden quedar en 119- ni el PSOE con sus 90 -también reducibles a 89- tienen capital electoral suficiente para poder conformar un Gobierno que garantice la estabilidad política del país. Tampoco la irrupción de los dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, ha supuesto, más allá de la desaparición del tradicional bipartidismo, una eclosión de la voluntad ciudadana que apueste, de forma mayoritaria y decidida, por nuevas formas de acción política que tan insistentemente se están propugnando como resultado de la voluntad popular expresada en las urnas. En definitiva, la suma de voto ciudadano que representan esas dos nuevas siglas políticas no alcanza a cubrir un tercio de los escaños del Congreso de los Diputados.

Ante un panorama electoral como el de referencia resulta manifiesto que a la hora de conformar el futuro Gobierno de España debiera adoptarse una actitud de cautela por los partidos políticos que han obtenido representación parlamentaria sin pretender imponer soluciones que desborden el sentido y la orientación ciudadana manifestados en la urnas. Nadie debe poner en duda que lo querido por el pueblo español es la instauración de una nueva forma de gobernar, caracterizada por la transparencia democrática a todos los niveles, la ausencia de autoritarismo en el seno de los partidos políticos, la actualización de la normativa legal y de las instituciones que derivan de la Constitución de 1978 y, de modo muy singular, la erradicación total y absoluta de la corrupción que vino manchando -y desgraciadamente sigue haciéndolo todavía- a algunas de las formaciones políticas que concurrieron a las últimas elecciones generales en este país. A esto debiera hallarse referido ese cambio progresista por algunos insistentemente pregonado sin incurrir en desviaciones no coincidentes con la verdadera voluntad del pueblo soberano expresada en el último resultado electoral.

No puede ni debe ignorarse el importante porcentaje de voto representado por nada menos que 253 escaños en un Congreso de 350 diputados -al margen de la mayoría absoluta registrada en el Senado- que, desde evidentes diferencias ideológicas y de proyecto de Gobierno, sin embargo coincide en el mantenimiento de los presupuestos básicos del Estado de Derecho existente en España, cuya actual configuración, en cambio, se pone en entredicho por algunas minorías parlamentarias.

Tras dos sucesivas rondas de consultas con los representantes de los partidos políticos que obtuvieron representación parlamentaria, el rey Felipe VI ha propuesto como candidato a la presidencia del Gobierno al líder del Partido Socialista, Pedro Sánchez, con lo que en principio y cuando menos parece desbloquearse el trámite de investidura en el Parlamento de la nación, propiciándose que de no llegar a alcanzar la confianza de esa institución representativa del pueblo español se abra el plazo para unas nuevas elecciones.

Al candidato propuesto corresponde asumir el protagonismo y el riesgo de defender ante el Congreso de los Diputados su programa de Gobierno, en el bien entendido supuesto de que habrá de hacerlo desde la responsabilidad institucional y constitucional que le es exigible. Y puesto que el Partido Socialista, a cuyo líder por decisión regia corresponde ahora conseguir la investidura parlamentaria, solo cuenta con 89 de los 350 diputados que componen el Parlamento español, tiene que exigírsele que sea sumamente respetuoso con la voluntad ciudadana manifestada en las urnas, debiendo cuidar con esmero las inevitables alianzas con otros partidos políticos a las que está necesariamente obligado si pretende asumir el Gobierno de España. Esperemos que así sea.