El ambicioso en palacio

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El juicio del caso Nóos no será solo la aplicación de la justicia a un latrocinio continuado de recursos públicos. Será un máster de cómo funciona en este país (y supongo que en todos) la maquinaria de las corrupciones. Así lo sugiere la declaración de Pepote Ballester, que fue director de Deportes del gobierno balear y confesó el trato de favor que Iñaki Urdangarin encontró en aquella Administración. Realmente, la trama se reduce a algo muy sencillo: una ambición de enriquecerse, una idea de cómo hacerlo sin escrúpulos, un descaro para plantearlo y encontrar la persona dispuesta a complacer a quien solicita sus favores. A partir de esas bases, todo depende del tiempo que el ambicioso tenga para amasar la fortuna y de la habilidad para no dejar rastro.

Esa fue la aventura de Urdangarin, un ambicioso en palacio. Fue casarse con hija de rey y descubrir cómo las voluntades se abrían a su paso, igual que el mar a la orden de Moisés. Pasó de ser un apreciable deportista a recoger lisonjas de la corte y puestas a su disposición, a las que son tan propicios tantos inquilinos del poder. Notó cómo se valoraba su presencia y cómo altos servidores públicos estaban dispuestos a la humillación por disfrutar o creer que disfrutaban de sus valores. Y descubrió la magia de la realeza, que tenía la fuerza de rendir voluntades deseosas de agradar y de abrir puertas sin llaves, como en los cuentos de hadas. Solo le faltaba la combinación de la caja fuerte. Y se la proporcionó el presidente Jaume Matas, de Baleares, también de vocación palaciega, como demostró en la compra de su vivienda de Palma.

Después vinieron los oropeles: la partida de pádel en el palacio de Marivent. ¿Cómo no iba a rendirse Matas ante ese honor? ¡Invitado a una amable velada deportiva en la residencia de los reyes! ¿Quién iba a desconfiar de los tratos que ambos estaban estableciendo? ¡Pero si uno es jefe del gobierno regional, democráticamente elegido! ¡Pero si el otro es yerno del rey! Juntos consumaban la alianza del poder. Y Matas se conjuró consigo mismo para que a aquel esbelto deportista no le faltase nunca nada de lo que pudiera necesitar. ¿Financiarle un proyecto increíble? ¡Faltaría más, señor duque! ¿Decir a sus funcionarios que paguen cuando el señor duque lo reclame, aunque no haya efectuado su trabajo? ¡Naturalmente, que el duque es de alta alcurnia y lleva el nombre de Palma por el mundo y nunca se sabe lo que se puede necesitar!

Así, de esa forma tan sencilla, se tejió la trama Nóos en su versión balear, según la explicación de Pepote Ballester, que suena a auténtica como la vida misma: un descarado, un servil, una partida de pádel y un palacio para dar grandeza a la ambientación.