Del hecho al dicho en el poder y la política

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En la actualidad, formación de Gobierno aparte, mandan Pujol y su herencia, o Rita Barberá y su aforamiento expandido. También los titiriteros encarcelados, no por el alcance de la acusación sino por el peligro de reincidir u ocultar pruebas, cuando investigados en Bankia y derivados u otros desmanes nunca tal sufrieron. O un ministro adivinando el interés de ETA. Pero todas ellas son cuestiones o causas en el camino de la Justicia, sin que populares o convergentes sufran, sino que afirman: «Hemos permitido a los tribunales actuar contra la corrupción» (sic).

Pero, al tiempo, la decisión de Pablo Iglesias de disolver la dirección gallega de Podemos sitúa los problemas de un partido nuevo que se predica alejado de los viejos modos.

La estrategia territorial de Podemos en las municipales, en las que renunciaba a participar con sus siglas, podría derivarse de una asumida debilidad organizativa, como parapeto ante una llegada de militantes y cuadros de otros partidos, o para proteger la propia marca ante malos resultados. A nadie se le escapa que esta estrategia se presentaba compleja y difusa. Tanto para su organización basada en inscritos e inscritas de los que depende la toma de decisiones, como por los desajustes que un confuso asentamiento territorial podía provocar entre tales decisiones y la poderosa dirección central.

Aun así, los resultados de las amalgamas electorales permitieron alcanzar gobiernos municipales y regionales, lo que le dio a Podemos poder y referencia para convertirlos a ellos y a sus confluencias en una fuerza política de cinco millones de votos en las elecciones generales. Sin embargo, Podemos no resuelve en Galicia y otros territorios sus problemas organizativos y de liderazgo. El caso gallego es paradigmático por los turbulentos procesos, con dimisiones y abandonos de los cargos elegidos por las bases, e incluso de los cooptados, que culmina con la selección de candidatos para las listas de En Marea y las desavenencias políticas entre Rioboo y Pablo Iglesias, resueltas con la suspensión de los órganos de dirección y la resistencia en su puesto, cual Carolo o María Pita, del actual secretario general.

De los desacuerdos políticos apenas se ha verbalizado una estrategia de mantener En Marea por parte de Pablo Iglesias para las elecciones gallegas, y la oposición a ello de Rioboo. Quizá sostenida en una posición escéptica de buena parte de los inscritos e inscritas de Galicia.

Del hecho al dicho queda la ilusión con que cuatrocientos mil gallegos situaron a En Marea como segunda fuerza política, y la incertidumbre con la que una organización blandita, pero fuertemente dependiente de su poder central, como es Podemos, resuelva tanto desencuentro.

Si tal sucede con los liderazgos, ¿qué será con un programa aún por aparecer, o con las acciones de gobierno? En cualquier caso, Galicia, envejecida y despoblada, a la que le vienen de viejo tales formas de gobierno, quizá pudiera seguir resistiendo. ¿Pero cuánto?