Cuando el nombre del Ibex se invoca en vano

OPINIÓN

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estoy seguro de que entre los dirigentes del Ibex 35 nadie ha pedido que un Gobierno de minorías absolutas, improvisado, oportunista y con fuertes desajustes en sus respectivas demagogias se haga cargo del país. Y por eso deduzco que ni al empresario que asó la manteca -que seguramente existe y tiene beneficios- se le ha ocurrido pedir que Sánchez y Rivera se queden con la subasta, y que, dada la miseria de 130 diputados que podrían apoyarles, sea Rajoy el que acepte suicidarse, se ponga las orejeras de burro y el capirote de tonto, y obligue al PP a estabilizar dicha coyunda, hasta que el poder les permita convocar unas elecciones a su medida y prometernos una España en la que nunca se ponga el sol.

Los empresarios del Ibex 35 pueden asar la manteca, porque de eso nadie está libre. Pero no son tan graciosos como para competir con Zenón en hacer paralogismos y aporías en las que parezca quedar demostrado que los únicos gobiernos estables y eficaces son los que nacen de minorías acomodaticias y ambiciosas, mientras a las mayorías se les exige hacerse a un lado para facilitar que una macedonia de partidos dirija la regeneración y la reforma del sistema.

Ello no obstante, si yo fuese asesor del Ibex 35, les aconsejaría hacérselo ver. Porque, aunque me parece imposible que los empresarios del Ibex digan tamañas tonterías e irracionalidades, es evidente que un periódico de Madrid pudo decir que las dicen, atreviéndose a usar el argumento de autoridad sin identificar al personaje que habló, y consiguiendo que buena parte de la opinión pública y de la clase política los crea y se pongan a hacer infantiles elucubraciones. Por eso es obvio que el Ibex 35 tiene un problema.

Yo supongo que los dirigentes del Ibex 35 no quieren meterse en política. Porque si esa fuese su estrategia tendrían una asociación constituida para dirigirlos, un gabinete con politólogos experimentados y formados, se dejarían ver mucho antes de esta crisis y tendrían propuestas que, lejos de alimentar las alcantarillas del oportunismo y la temeridad, hablarían en serio de cómo se puede gobernar una nación que necesita mantenerse en el club de los países sólidos, predecibles, rigurosos, europeos y orientados.

Por eso me asusta comprobar que en nombre del Ibex 35 se puede decir cualquier tontería. Porque a la gente, por lo que se ve, todo le parece creíble, y porque a nadie le resulta extraño que un batiburrillo generado por unas elecciones planteadas en clave negativa -tirar un Gobierno sin hilar otro- sea el ideal de algún jerarca del Ibex que, gracias a un periódico de Madrid, se convierte en actor anónimo de este esperpento. Pero la niebla, cuando cae, no distingue entre la Cañada Real y Puerta de Hierro, y cuando en política se hacen tantas machadas, es inevitable que el Ibex aporte su granito de arena.