¿Por qué nadie la vio llegar?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Apenas dos meses después del naufragio de Lehman Brothers, la reina Isabel II de Inglaterra interpeló a un racimo de prestigiosos economistas congregados en la London School of Economics: «¿Por qué nadie vio llegar la crisis?». Entre los pocos que consiguieron farfullar alguna respuesta, citan las crónicas al español Luis Garicano, el actual gurú de Ciudadanos, quien al parecer contestó: «En cada momento había alguien que confiaba en algún otro y todos pensaban que estaban haciendo lo correcto».

Esta vez es distinto. Abundan las voces que, desde hace meses, alertan del riesgo de una tormenta perfecta que se estaría engendrando en China y otros países emergentes. Los indicios se multiplican. Las bolsas se desploman y los inversores, despavoridos, huyen con su dinero a buscar refugio en el oro o los bonos alemanes. Repuntan las primas de riesgo en los países de la periferia europea, a pesar de las constantes inyecciones suministradas por el BCE. La banca -la italiana, sobre todo, pero también el coloso alemán Deutsche Bank- vuelve a mostrar grietas en su solvencia. La cotización de las materias primas cae en picado y el comercio mundial empieza a contraerse. Ya solo nos falta que Estados Unidos suba los tipos de interés y que China devalúe drásticamente su moneda para enterarnos de lo que vale un peine.

Se encienden las alarmas allende las fronteras, pero en España no nos enteramos. Estamos a otra cosa. Ni el Gobierno, mudo y en precario -en funciones-, ni los partidos políticos, enfrascados en el reparto de cuotas de poder, parecen advertir las serias amenazas que asoman por el horizonte. Tal vez han interiorizado la propaganda oficial, consideran irreversible la recuperación incipiente y creen que el tumor no atravesará los Pirineos. Como en el 2008, cuando se preveía que la tormenta sería pasajera e inocua, porque nos protegía un sólido sistema financiero. «Spain is different!», que decía el eslogan turístico de Fraga Iribarne.

¿Como en el 2008, he dicho? Mucho peor, porque nuestro sistema inmunológico quedó hecho trizas por ocho años de crisis. Tenemos ahora 2,6 millones de empleos menos y 600.000 millones de deuda pública más. Teníamos en el 2007 el mayor superávit fiscal de la democracia y tenemos ahora el segundo mayor déficit de Europa. Teníamos entonces recursos públicos y margen para amortiguar los golpes de la crisis y nos hallamos ahora con las manos atadas e indefensos. Campo abonado para la catástrofe si se propaga otra pandemia global.

Frente al análisis agorero, hay también quienes consideran infundado el alarmismo. Los nubarrones existen, pero solo anuncian una réplica postrera del terremoto acaecido en el 2008. Incluso hay quien sostiene que, en el peor de los casos, España esquivará una nueva recesión y podrá decir lo que Ilsa a Rick en Casablanca: «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos». Ojalá acierten y yo esté totalmente equivocado. No se imaginan cuánto lo deseo.