Perdiendo el tiempo

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

28 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Espero cada semana la llegada de los viernes. No por ser el inicio de un tiempo de nugalla -que también-, ni siquiera por la oportunidad que anuncia de no hacer nada, de pasmar. Sino porque coincide con el día en el que este periódico entrega la revista Fugas. Alonso Montero, el Club Dandi de Xosé Carlos Caneiro, Ramón Nicolás, Fraga o Molezún, son presencias semanales que acompañan y provocan complacencia. Al Loro, la última página, con El rincón del sibarita, En el coche de San Fernando y la entrevista de David Pintor en el mundo de la ilustración, son siempre el inicio sorprendente, que se ve fugazmente a primera hora de la mañana, para demorarse en él a la vuelta del trabajo. En semanas afortunadas, Fugas precede a la llegada de El zaguán del sábado del Doktor Pseudonimus. Entonces los enredos de la vida diaria se convierten durante horas en un gozosa ociosidad, un perder el tiempo.

Y producto de esa ociosidad ocupada que proporciona La Voz, por recomendación de un matemático y poeta que allí escribe, me animé a leer Siete breves lecciones de física, de Carlo Rovelli.

En él encontré intensidad humana e inteligencia, mientras explicándonos la teoría de la relatividad, la mecánica y la relatividad cuántica, las partículas elementales, los agujeros negros, logra hacernos ver que en este mundo del conocimiento, somos parte de la naturaleza, finitos. Y que al igual que sabemos de la inevitabilidad de nuestra muerte individual, somos capaces de conocer lo inevitable de nuestra desaparición como especie, o al menos como civilización. Y al igual que para Rita Levi Montalcini la imperfección -Elogio de la imperfección- es un motor indispensable de la humanidad, para Rovelli los seres humanos no somos más que un garabato entre muchos, pero por naturaleza queremos saber más, del espacio, del tiempo, del cosmos, pero sobre todo de la naturaleza de nuestro propio pensamiento. Somos deseo de saber. Y para eso se necesita tiempo, y perderlo.

Solo así, con tiempo, es posible alcanzar algunos de los hallazgos más hermosos que nos proporciona la ciencia, el conocimiento. Por ejemplo, como explica Rovelli, establecer que la diferencia entre el futuro y el pasado solo existe cuando hay calor. Y que el calor circule de los objetos calientes a los fríos, y no al revés, tiene su razón de ser en el azar, en una probabilidad. O esperar a descifrar el calor de los agujeros negros para saber qué es el discurrir del tiempo, o quizá conocer qué debe tener un sistema para ser consciente y cómo funciona nuestro pensamiento. O quizás poder explicarnos qué significa ser libres.

Para terminar con Tito Lucrecio Caro, aquel que decía que las personas nacemos con dos miedos innatos, el miedo a los dioses y el miedo a la muerte, en su De rerum natura. Quizá también el primer texto de física. O un poema. Para seguir perdiendo el tiempo, en los límites de lo que sabemos.