¿Seis meses a la basura?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

28 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Por una vez discrepo de mi buen amigo Luís Pousa. Nadie ha tirado seis meses de nuestras vidas a la basura. Y mucho menos nuestros próceres, que no han hecho más que cambiar las prioridades de la vieja política, aquellas estupideces de la gobernabilidad, los consensos contra natura, el palo y tentetieso de los decretos ley y las trifulcas parlamentarias con motivo del control del Gobierno, por los usos y costumbres de la nueva política. Las prioridades son otras y a su puesta en marcha se han dedicado con denuedo nuestros líderes y sus mariachis.

Véase el caso de Mariano Rajoy, el de la agenda vacía según propia confesión. Ha ejercido fundamentalmente de bombero. Apagó unos cuantos incendios, protegió bajo su manto a Rita la Encantadora, despidió al ministro amigo que cometió un error de comunicación, apaciguó a sus huestes más revoltosas y desactivó al expresidente que lo encaramó mediante una oportuna filtración fiscal -lo dice Aznar, señor juez, no yo- ejecutada por el titular de Hacienda. Presenció por televisión el Manchester City-Real Madrid y, salvo contratiempo, verá también el partido de vuelta la próxima semana. El resto del tiempo, aparte de las inevitables y banales visitas al rey, lo dedicó a ejecutar su jugada maestra: sentarse en el porche a la espera de ver pasar el feto abortado de una coalición de izquierdas.

Véase el caso de Pedro Sánchez, afanado en construir el puente de la centralidad entre derecha e izquierda para su mayor gloria. Fracasó el arquitecto, los pilares no fraguaron por incompatibilidad de los materiales empleados, pero Sánchez se ganó la permisividad de sus barones y el derecho a un nuevo intento. El resto del tiempo lo utilizó en rumiar su arrepentimiento, expresado en el confesionario de la Cope, por haber tachado de indecente a Mariano Rajoy. Indicio quizás de que el nuevo puente tendrá un trazado y materiales diferentes.

Véase el caso de Pablo Iglesias, el hombre que se proponía asaltar el cielo y ahora solo aspira a asaltar el granero del PSOE. Empleó este tiempo en revolucionar la perdiz, insultar a los socialistas, autoerigirse vicepresidente y autocesarse como tal, demostrar el carácter sexy de Podemos, tutear al rey como prueba de republicanismo campechano y disparar al periodista.

Véase el caso de Albert Rivera, empecinado en forjar un Gobierno sin Rajoy y sin Podemos, pero con PP y con PSOE, bajo el lema de que aquello que une a la derecha no lo separe la izquierda. Y aún le quedó tiempo para limpiar las cuentas de su partido y borrar el sospechoso rastro irlandés para llegar impecable y sin mácula a la nueva cita con las urnas.

Ninguno ha desperdiciado un segundo de tiempo y, para desdecir a tanto politólogo de ocasión, los ciudadanos sabrán agradecérselo. Solo tenemos un dilema cuádruple: a quién votar el 26 de junio si todos nos han seducido con su magnífico trabajo. ¿Permite la ley electoral votar a los cuatro al mismo tiempo? (escribo votar con v, que conste).