El encadenamiento de unos cuantos años perdiendo población es como para hacer, por lo menos, un plan. Y para echarse a temblar. Cuando la Xunta avanzó que trabajaba en un programa quinquenal para tratar de atajar la profunda crisis demográfica ya adelantaba que, al ritmo actual, a mediados de este siglo Galicia habría perdido un millón de habitantes. Más de un tercio de la población que tiene ahora. El avance del último padrón municipal confirma que, con el plan aún en mantillas y sin tiempo a que se compruebe la efectividad de la herramienta, la sangría continúa.
A enero de este año, éramos 14.598 personas menos residiendo en Galicia. En un panorama generalizado de pérdida de población (España cae a los 46,5 millones), los gallegos no alcanzamos a representar ni el seis por ciento del censo español. Es la constatación de pérdida de peso de una comunidad que quizás conserve el título de histórica y poco más. Opinan los expertos que el envejecimiento y la falta de reposición de la población ponen en riesgo, por ejemplo, el sistema de bienestar. Pero es que puede ser que la ausencia de un modelo que garantice el bienestar de la gente esté también entre las causas del desastre demográfico.
El Plan Estratéxico 2015-2020 se presenta como el instrumento para hacer de Galicia un lugar atractivo para invertir, trabajar y vivir. Incluye medidas necesarias e inaplazables como las que se encaminan a hacer compatible una vida laboral razonable con tasas de natalidad próximas a la media europea, que tampoco son para hacer fiesta. Pero hay una falla en la que se enreda la raíz de problema: la última EPA revela que el año comenzó en Galicia con 5.000 parados más.