Hay que hacer frente a la involución demográfica

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

01 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Acaban de hacerse públicos los datos demográficos de 2015, esta vez desagregados según un doble criterio: la población urbana y la estructura demográfica general. El recuento nos dice que la población de las siete principales ciudades suma el 36 % del total, pero que si añadimos las periferias metropolitanas respectivas llega al 70 %.; y si sumamos las ciudades pequeñas nos situaríamos en el 77 %. Con estas cifras podemos ya afirmar que Galicia es una región urbana desde el punto de vista demográfico. Son las ciudades las que constituyen el eje dinamizador del país, porque en la economía los porcentajes son también parecidos, ya que en ellas se genera el 77 % del valor de la producción. Otro dato que se consolida es el traslado de la dinámica demográfica y económica a los municipios que forman dichas áreas metropolitanas, las cuales están experimentando un aumento de su radio funcional. Dos ejemplos son elocuentes. En el área metropolitana de Vigo, recién constituida con catorce municipios, ya se está estudiando dar entrada a diez más. En A Coruña, la comarca metropolitana de 10 municipios se ha quedado pequeña porque el área funcional se ha expandido hasta englobar 20 municipios. Es en esas periferias donde queda el escaso dinamismo demográfico que tenemos. En los municipios centrales, las siete ciudades clásicas, la población tiende el envejecimiento y como consecuencia aumenta la proporción de pensionistas y disminuye la tasa de ocupación, mientras la pirámide envejece. Es el caso de Ferrol, como situación extrema por el vaciado del centro histórico, y la transferencia del dinamismo a Narón. Es también la tendencia del resto de las ciudades. Asimismo, las ciudades donde la economía descansa en el terciario, como A Coruña, la proporción de asalariados es menor que en aquellas donde la industria, caso de Vigo, constituye su base económica. Podrían hacerse otros comentarios pero lo realmente importantes lo dicho al principio: nuestras ciudades también envejecen. Y cuando las que tenían que ser motores demográficos y económicos no son capaces de atraer población joven entonces la dinámica demográfica se vuelve involutiva. Una tendencia a la que ya el medio rural nos tiene acostumbrados y donde, a pesar de tener un sector primario que podía ser la posible base para un desarrollo endógeno basado en la calidad, su evolución es muy distinta. Se acometen políticas sectoriales pero se abandonaron las transversales. En este tiempo de ajuste es una oportunidad que no ha sido bien valorada, a pesar de ser una de nuestras mejores alternativas de futuro, al menos si atendemos a la calidad reconocida a nuestros productos del mar y de la tierra y a la tendencia previsible de la demanda. La consecuencia es que todo envejece: los menores de 15 años son solo el 12 %, los mayores de 65 son el 24 %. Una relación calamitosa para el futuro. Tampoco ataremos inmigrantes que podrían rejuvenecernos, ya que solo son el 3 % del total. ¿Qué nos pasa? Tanto en el medio rural como en las ciudades hay una diagnosis común: para promover cambios en las economías urbanas y en las rurales son necesarias políticas a largo plazo, como ocurre en la educación y en otros ámbitos, y no una sucesión de medidas que cambian a tenor de los cambios políticos. Así no es posible construir un país. Hay cambios que necesitan tiempo y que requieren mantener el rumbo. Solo así se podrán enderezar las tendencias. Desde luego como no se logra es acudiendo como remedio a la política coyuntural de subvenciones fiscales.