Políticos repudiados, al poder

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

05 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

S i tienes vocación política y aspiras a ser presidente del Gobierno, sigue el siguiente consejo: procura ser el profesional de la cosa pública menos valorado por la sociedad. A ser posible, intenta ser repudiado. Desde luego, esfuérzate por ser muy poco popular y salir fatal en las encuestas. Es una conclusión o consejo absolutamente absurdo, irracional y, por tanto, opuesto a toda lógica, humana o política. Pero es lo que se desprende de muchas encuestas que piden a la gente una valoración de líderes. La última, la del Centro de Investigaciones Sociológicas que tanta polvareda levantó, lo demuestra con toda claridad: el único político que alcanza el aprobado y obtiene, por tanto, la mayor puntuación es el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón. El peor valorado es el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que, sin embargo, ganó las últimas elecciones y parte como favorito para las urnas del 26 de junio. Albert Rivera, con menos votos, es el segundo mejor valorado, por encima de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Que nadie se sorprenda. Creo recordar que Aznar tampoco disfrutó del aprecio que correspondía a su mayoría absoluta. Zapatero ganó por segunda vez las elecciones en medio del desapego demoscópico. Durante mucho tiempo, el político más votado en las encuestas ha sido Josep Antoni Durán i Lleida, y miren ustedes dónde está ahora: derrotado, con un pie fuera de la política activa y con su partido en dudosa supervivencia. Y lo mismo le ocurrió a Rosa Díez, la molesta oponente de Rajoy y de los socialistas, la combativa creadora de UPyD: ahora se dedica a escribir libros, el partido que fundó y alimentó sufrió una sangría cruel y hay dudas de que tenga también personas y recursos para sobrevivir.

Todo esto tiene explicaciones sociológicas complejas, como es natural. Rajoy, por ejemplo, es víctima de la apreciación negativa de todos los simpatizantes de todos los demás partidos, que sin duda lo califican con un cero. Garzón, en cambio, se beneficia de que pocos lo ven como el enemigo a batir, y lo califican con generosidad. Eso dicen los sociólogos. Sea lo que sea, al ganador demoscópico le dan una moral que parece el Cholo Simeone, y sus votantes parecen los forofos del Atlético de Madrid después de eliminar al Barcelona y al Bayern de Guardiola. Y el veredicto periódico de los barómetros es tan pintoresco como este: en valoración social de los líderes, todo es exactamente lo contrario de lo que después dicen las urnas. Al ganador le dan la gloria de un día. Al perdedor le sirve para decir aquello tan socorrido: la única encuesta válida es la efectuada en la votación. Y si la encuesta es financiada con dinero público, es un dinero que se podría ahorrar.