¡Pero qué perra han cogido algunos con las Mareas!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

06 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras haberse hecho las Mareas con las alcaldías de Ferrol, Santiago y A Coruña todo han sido ataques contra unos equipos de gobierno cuya contribución al municipalismo mundial está resultando realmente impresionante. Tal campaña de descrédito ha culminado en el exabrupto de Abel Caballero, regidor olívico y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, quien, olvidando la impagable ayuda de su partido para convertir a Ferreiro en alcalde coruñés y a Suárez en regidor ferrolano, ha proclamado: «Nunca vi nada tan malo en política como los alcaldes de las Mareas». ¡Qué falta de moderación y de templanza, señoras y señores!

¿Y todo por qué? ¿Quizá porque uno de los concejales más destacados del equipo coruñés, la edil de Igualdad, vive obsesionada con poner a caldo a un empresario, líder mundial del sector textil y uno de los más importantes del planeta, que ¡ha osado dar trabajo a docenas de miles de personas en España!, muchas de ellas en el municipio de A Coruña? ¿Pero es que nadie entiende que Rocío Fraga es una militante anticapitalista que mantiene una cruzada contra un malvado grupo empresarial? Basta ir a cualquier tienda de Inditex para ver allí las caras demacradas de sus empleados, su aspecto famélico, su callado sufrimiento y sus ganas de huir de un trabajo aterrador. Y ahí, como una nueva Rosa Luxemburgo, punta de lanza de su lucha, se sitúa Rocío Fraga, que debe aguantar por ello tanta incomprensión.

La misma que está soportando el alcalde de Ferrol, a quien hoy critican por fumarse unos pitillos en la bañera de la alcaldía, mañana por proponer un referendo sobre la República y pasado por querer eliminar el busto del rey Juan Carlos de la fachada del ayuntamiento. Como si eso no fuese lo que hacen a diario, en coherencia con sus funciones, todos los demás alcaldes del país.

Pero donde la perra con las Mareas ha llegado al colmo es en Santiago, con el asunto de los baches, donde los perversos se han empeñado en ver solo los aspectos negativos del hecho de que la ciudad se parezca cada vez más al campo de batalla tras la batalla de Verdún. Mucha gente se fija, con evidente mala fe, en el hecho de que el mal estado de las calles haya disparado los arreglos de ruedas en todos los talleres compostelanos (cada uno atiende, al parecer, una media de quince reventones mensualmente). Pero nadie aprecia, como se merecen, las ventajas derivadas de que conducir en Santiago sea como hacer una yincana: gracias al equipo de gobierno, que solo piensa en los vecinos, hemos debido mejorar nuestra psicomotricidad, memoria y atención. ¿Alguien puede dar más sin gastar un duro en chapapote?

Seamos claros: las Mareas se preocupan por los vecinos de un modo que nadie lo había hecho en el pasado y por eso reciben tantas censuras y reproches. Si todos los alcaldes de España fueran como ellos, viviríamos en jauja. Quizá con servicios desastrosos en todo lo relativo al régimen local, pero a quién le importa eso si le dan a cambio un paraíso (¡el verdadero estado de naturaleza!) donde ni hay leyes ni gobierno.