Primero, la persona

Venancio Salcines
Venancio Salcines SALTANDO LA VALLA

OPINIÓN

25 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales del siglo XIX, la aristocracia británica se sentía amenazada por los movimientos marxistas. Lo intentaban todo y todo fracasaba; hasta cometieron la locura de incrementar los aranceles sobre el papel para encarecer el precio de los panfletos revolucionarios y de este modo reducir su difusión. Solo una medida funcionó, solo una impidió que fuesen la primera república socialista de Europa: decidir que el individuo, la persona, es el elemento a cuidar, el eje del sistema; que el consumidor está por encima de los intereses del productor. Una pregunta crucial y que todavía no nos hemos hecho en esta España paternalista, que tanto agrada a nuestra clase administrativa.

Reino Unido abrió sus fronteras permitiendo la entrada de alimentos de las colonias; la medida dinamitó a sus terratenientes pero abarató enormemente la cesta de la compra. El poder adquisitivo de los salarios se incrementó y con ello empezó una continua y satisfactoria senda de bienestar social. Obviamente, sus reformas no terminaron ahí, pero mostró al mundo un camino a seguir, incrementar los salarios reales abaratando los productos que estamos obligados a adquirir sea cual sea nuestra renta.

Visto desde la perspectiva actual, diríamos que debemos hablar de educación, sanidad y transporte. Actuemos de modo inteligente sobre estos tres grandes bloques de gasto y alteraremos sustancialmente los presupuestos familiares, generaremos más renta disponible, la cual, si se produce en un ambiente de certidumbre y moderado optimismo, terminará vertiéndose en el mercado de consumo, creando un efecto multiplicador. Por ello, déjeme que haga un paréntesis y aplauda al presidente Feijoo por garantizar la gratuidad del transporte metropolitano a los menores de edad. De lo más acertado que le he visto. Y es que ahí está, en la renta disponible de las familias, la piedra angular de nuestro crecimiento. Transfiramos renta al conjunto de la población, vía abaratamiento, o mejora de la calidad, de las necesidades básicas, y crearemos otro país. Dejemos, por ejemplo, caer la calidad de la sanidad y arruinaremos Galicia; mejorémosla y el efecto sacudirá todas las actividades económicas.

Si hasta aquí comparte mi análisis, déjeme que le conduzca ahora al inicio del mismo. ¿Quién está por delante, el productor o el consumidor? Por ejemplo, ¿el usuario de educación o su productor?, ¿la sociedad o la estructura corporativa que gobierna las universidades públicas gallegas? ¿Adónde quiero llegar? A solo dos ideas muy simples. Primera, que la gratuidad de los bienes públicos es necesaria para generar bienestar social; y segunda, que si es más fácil alcanzar este objetivo con la provisión privada, véase educación concertada, hagámoslo y sin complejos.