El PP se «sorpassa» a sí mismo

OPINIÓN

27 jun 2016 . Actualizado a las 08:34 h.

En el momento más crítico de la historia del Partido Popular, Mariano Rajoy acaba de dar un golpe de autoridad que, puesto en el contexto de la crisis, del acoso mediático a su persona y del discurso populista que quiso presentar su temple como un pasotismo irresponsable, es un triunfo impresionante.

Su resultado -10 puntos y 52 escaños sobre el PSOE- no solo le permite exigir su derecho a gobernar, sino obtener las rentas añadidas de mantener al PSOE a la baja -segundo récord de desastres batido por Sánchez-, acentuar el fracaso de Podemos e IU -¡los dos juntos!- en su intento de adelantar al PSOE, poner en su sitio a C‘s y al inconsistente líder que lo vetó, poner en apuros las coaliciones locales y regionales de la izquierda aglomerada, y, sobre todo, pinchar el globo de las nuevas políticas y frenar el proceso de desintegración del mapa político español. El bipartidismo empieza su regreso. Y si el PSOE no cae en la imprudencia de montar un aquelarre independentista y podemista contra el PP -que ahora sería locura- España volverá a ser gobernable, mediante la alternancia entre PP y PSOE, y sin una revolución populista que eche por tierra el proyecto de país que entre todos hemos sostenido.

Como una pedrea inesperada, a Mariano Rajoy también le cae en su cesta la derrota de los nacionalismos vasco y catalán a cargo de Podemos, el ridículo de los discursos republicanos e independentistas tipo BNG, y el conjunto de predicadores, editorialistas y persuasores que quisieron derrotar a la derecha a base de despreciar el país y de convertir su historia, su cultura y sus éxitos en una horrenda y maloliente catástrofe. La posibilidad matemática de un asalto a la Moncloa mediante una coalición de políticos okupas aún existe. Pero no me parece posible que el PSOE se avenga a semejante esperpento, ni que Iglesias esté dispuesto a gobernar humillado, ni que la opinión pública siga aceptando que en nombre de acuerdos de circunstancias se pueda llenar de trampas y celadas el futuro de este hermoso país.

Mis últimas palabras son para el pueblo español, a quien tanto espoleé -casi en solitario- demandando su intervención en el desbloqueo, exigiéndole racionalidad en su voto, pidiéndole que no echase por tierra la experiencia de cuarenta años de democracia, y recordándole que en todo régimen democrático también el pueblo tiene que asumir sus responsabilidades. Y he de reconocer que fue el pueblo, de verdad, el que estuvo a la altura, y que, después de un tiempo de devaneos y desahogos, llegó a la conclusión, en el justo momento, de que tenía que moverse, y de que no puede haber una nación grande sin un pueblo inteligente. Fue duro este trayecto, pero lo hemos cerrado bien. Y no porque haya ganado el PP de Rajoy, sino porque la empresa común de gobernarnos recobra su racionalidad y su esencia.