España está a merced del surrealismo político

OPINIÓN

30 jun 2016 . Actualizado a las 07:41 h.

El surrealismo es, según la RAE, un «movimiento artístico que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico». Por eso podemos definir el surrealismo político como un intento de gobernar el país desde el ocaso onírico de la razón. Con las urnas calientes aún, y con el pueblo rectificando sin brusquedades la catástrofe del 20D, el tema más relevante de las tertulias y de los expertos es la conveniencia de prescindir de Rajoy, el ganador, para que puedan gobernar los perdedores, o para que Rivera haga de árbitro de esta ensoñación.

Algunos expertos tipo Bolonia van más lejos, y lo que en realidad se preguntan es cuál de los mosqueteros -Sánchez, Iglesias o Podemos- ha ganado las elecciones, porque «que Rajoy las perdió -dicen- es una evidencia». Y desde esta convicción le dan consejos al PP para que se estrelle en una investidura no pactada, para que intente pactar con el diablo, como Sánchez, o para que se avenga a la chuminada de aceptar un Gobierno de dos años para cambiar la Constitución a la medida de Sánchez y hacer una ley electoral a la medida de Ciudadanos. Es el surrealismo onírico, que expandido por el sistema mediático, prende igual de fácil entre la farándula que en las monjas de clausura.

El PSOE, que ocupa la posición de chantajista en el arco de la gobernabilidad, se ha dividido en dos facciones: la de Sánchez, Hernando, Luena y Batet, que ni comen ni dejan comer, y la que agrupa a los 190.000 militantes restantes, que tienen buena intención y diagnóstico, pero que, secuestrados por los cuatro de la fama, nada pueden hacer. Más surrealista es, aún, lo que sucede en Podemos, que, atestado de politólogos y expertos, se tambalea, noqueado, con la primera bofetada, y que se está formulando coram populo la pregunta equivocada. Porque lo difícil no es saber por qué se escaparon de sus manos un millón de votos, sino por qué no huyeron los 5.189.333 ciudadanos que siguen abducidos. Respondiendo a la pregunta de Echenique solo se van a enterar de que la gente se va porque les da la gana. Mientras que si se preguntasen por qué permanecen los abducidos se darían cuenta de que Podemos solo es la china que puso la indignación ofuscada en el zapato del PP, y que, a medida que esa indignación se diluya, el pobre Iglesias tendrá que bajar a la tierra, donde nadie le espera ni nada supo ofrecer.

España adora el surrealismo. Y ese es el motivo por el que, mientras el mundo civilizado felicita a Rajoy con admiración y sana envidia, los españoles estamos meditando si debemos encomendarle al Gobierno a Sánchez, el triturado, a Iglesias, el desinflado, o a Rivera, el fantoche irrelevante. Porque el surrealismo es, como dijo André Breton, «un dictado del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral». ¡Qué guay!