No fueron, y no deberían ser, inútiles

OPINIÓN

30 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante la larga campaña que ha precedido al 26J se ha bombardeado a la ciudadanía con afirmaciones rotundas o sesgadas que el resultado de las elecciones ha dejado en evidencia. Lo más preocupante es que no se reconoce. Se insistió, como si fuera una palmaria obviedad, que estas elecciones eran inútiles porque proporcionarían el mismo resultado que las del 20D. La realidad ha demostrado que no ha sido así. Aunque no exento de incertidumbres, el escenario ha ganado en claridad. El cacareado pacto de PSOE-Ciudadanos para una investidura de Sánchez hoy ya no es posible, ni siquiera con la perseguida abstención de Podemos nunca aclarada por sus promotores. No pueden esgrimir para justificar su intento que juntos tenían un voto más que el PP. Ha quedado, eso sí en evidencia, su autoestima de que serían premiados por haber sido los únicos esforzados partidarios del diálogo y el pacto. Ambos han perdido votos y escaños. Las urnas han valido para el amargo despertar del sueño en que se había instalado Podemos al unirse con IU. El cálculo de Iglesias en diciembre ha fallado. El argumento de que la fuerza política más votada debería ser la que debería gobernar, entonces en entredicho, se ha confirmado al haber incrementado el PP su ventaja de forma significativa.

Se quiso identificar las elecciones con el objetivo del cambio, interpretado de manera diferente; como mínimo desalojar del Gobierno al PP. En eso estaban de acuerdo PSOE y Unidos Podemos, aunque este lo que pretende es un cambiazo, que en el aliado de Iglesias es acabar con el sistema de 1978. Para los de Rivera se trata del recambio de Rajoy. Puede asumirse, sin dificultad, que la idea del cambio haya estado presente en todos los electores, aunque no en el mismo sentido. Los ciudadanos, como sucede en un sistema democrático, en el que todos son iguales, votaron para que haya un Gobierno, cualquiera que fuese el destino de la papeleta. Esto es lo fundamental, lo que apremia y lo que se reclama a los partidos políticos. Habría que dejar, de una vez por todas, el fabricado mito del bloqueo.

Las elecciones dejaron a cada uno en su sitio. Esta es la imagen a retener; pero, como de costumbre, quienes no la encuentran favorable tienden a desfigurarla. Iglesias, el más decepcionado, ha sido víctima de su envite frentista y en concreto del fracasado sorpasso que ha vulgarizado. Evitarlo se exhibe por Sánchez como un triunfo, a pesar de haber bajado en su ya disminuido resultado del 20D. Éxito ha sido el de Rajoy en el uno contra todos, más encomiable que la mayoría absoluta a la que le condujo en volandas el voto anti Zapatero. Bien está que haya agradecido a los militantes del PP su esfuerzo; pero a quien ha de agradecer el resultado, que debería servir para olvidar el veto personal que le han puesto sus adversarios, es a los ciudadanos que le votaron con entusiasmo descriptible pensando en el interés general del país. El que han de procurar los partidos.