¿Un Gobierno del camarote de los hermanos Mar?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

01 jul 2016 . Actualizado a las 10:15 h.

Mar, de En Marea, por supuesto, camarote donde reina el desconcierto y el barullo... con cuarenta huevos duros. Y es que los partidos, movimientos, círculos y demás artilugios componentes de En Marea están, internamente y entre ellos, en tal arrancamoños que ya no es posible saber quiénes son amigos y adversarios, pues las alianzas cambian en la cosa por momentos. Vean, sino.

Internamente Anova, escindida del BNG, ha sufrido varias escisiones y las dagas voladoras reaparecen cada vez que alguien sugiere un nombre para la presidencia de la Xunta, porque todos los potenciales candidatos se miran de reojo como leones vigilando su propio territorio. IU está hoy más dividida que nunca tras el batacazo del sorpasso que convirtiose en un tortasso que muchos atribuyen en Podemos a su coalición con el grupo de Garzón. Y en Podemos todos andan a la greña contra todos: Iglesias contra Errejón; los territorios contra una dirección que amenaza con extirpar las malas hierbas y se enfrenta a una intifada dirigida por quienes quieren convertirse en fuerzas propias; y Gómez-Reino, diputado gallego, contra Carmen Santos, su flamante secretaria general, cada uno con fórmulas distintas para concurrir en autonómicas. Breogán Rioboo, descabalgado no hace mucho del mando en plaza, discrepa de ambos y proclama que «un non sabe a que atender cando a coalición [en Marea] ten catro mensaxes distintos».

Aunque sincero, se queda corto Breogán: los mensajes van camino de ser 44, si pasamos de las luchas internas a las peleas interpartes. Beiras se despacha a gusto contra Yolanda Díaz, dirigente gallega de IU, a quien acusaba hace nada en Vía V, ante su directora Fernanda Tabarés, de haber tenido con él un comportamiento «ingrato, insolidario e desleal». Y eso, tras haber retado a la diputada a dar la cara: «Se quere quitarme do medio, que explique por que». Rubén Peréz, de IU y Marea de Vigo, plantea que el modelo de coalición para la Xunta sea el de las Mareas en Común, aunque los de las Mareas en Común también discrepan entre ellos -así los alcaldes de Santiago y de Ferrol- sobre cómo hay que construir la alternativa y elegir al candidato.

Pero En Marea, acabe la cosa como acabe, sería solo una parte de la indispensable entente para gobernar la futura Xunta, si el PP no alcanzase, solo o con Ciudadanos, la mayoría absoluta en la Cámara gallega. Cierto: para echar al más que probable ganador habría que contar con el BNG, dividido internamente desde hace años y reducido por las últimas elecciones a la condición de un partido marginal (ni en una sola mesa de Santiago, por ejemplo, superó a ¡Ciudadanos! en sufragios), un BNG que considera, además, a todas las partes de En Marea exponentes del más rancio españolismo; y, además de partidos fantasmales, como Compromiso por Galicia, habría que contar con el PSdeG, también dividido en dos internamente y cuyos dirigentes tendrían que estar locos para apostar por una Xunta que, con tales mimbres, sería sencillamente incapaz de gobernar. Una locura.