Enfrentarse a la cruda realidad

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

08 jul 2016 . Actualizado a las 07:32 h.

Se disipa la resaca de la celebración y el Partido Popular empieza a ser consciente de los límites de su resultado electoral. Es cierto que fue el partido más votado, que recuperó 700.000 votos y que llegó a 137 diputados; pero no es menos cierto que los del 26J son los segundos peores resultados del PP desde hace 25 años. En las elecciones de diciembre, tras cuatro años de gobierno con mayoría absoluta, Rajoy perdió 3,6 millones de votos y 63 diputados, el mayor castigo electoral en la historia de la democracia española, con la excepción de la extinta UCD.

El fracaso del resto de fuerzas para formar Gobierno -en especial las de la izquierda-, el castigo a Ciudadanos de los votantes más a la derecha por apoyar al PSOE y la campaña del miedo le permitieron recuperar una pequeña parte de los votos perdidos. En las mejores condiciones posibles, con una campaña en la que no se habló de corrupción ni de recortes sino de cómo formar Gobierno, el PP solo recuperó a uno de cada cinco electores de los que había perdido en diciembre y se queda con tres millones de votos menos.

En realidad, el PP avanza porque la izquierda retrocede: entre el PSOE y Unidos Podemos pierden 1,2 millones de votos, cantidad muy similar al aumento de la abstención. Es más una derrota de la izquierda que una victoria de la derecha. Pero a pesar de los efectos que tiene la concentración del voto, el Partido Popular aún pierde 49 escaños de los que tenía cuando empezó a gobernar a finales del 2011.

He ahí su enorme debilidad y, de paso, de la gobernabilidad en España: sus 137 diputados están muy lejos de constituir una mayoría suficiente de Gobierno. Por tanto, la victoria histórica y el respaldo mayoritario de que habla la dirección del PP no son más que una ilusión, un discurso retórico al que la izquierda dio alas con su nefasta gestión del resultado en la noche electoral.

No se puede gobernar con 137 diputados y el PP tiene que asumirlo lo más rápido que pueda; únicamente si toman conciencia de que solo son la minoría con más votos, de que necesitan por fuerza el apoyo explícito de Ciudadanos y la no beligerancia del PSOE, dejaremos de estar en una situación de inestabilidad permanente. La responsabilidad del PP es enorme porque se han proclamado vencedores y ahora tienen que actuar en consecuencia. Rajoy no puede fiarlo todo a la abstención del PSOE, como si fuera una red de seguridad para evitar el batacazo de unas nuevas elecciones.

No es Pedro Sánchez, es Mariano Rajoy el que tiene la iniciativa para conformar una mayoría de Gobierno, pero eso implica un giro copernicano en lo que ha sido la práctica del PP en la pasada legislatura. Con la mayoría absoluta, el PP aplicó el rodillo parlamentario sin piedad, sin alcanzar un solo acuerdo ni con el resto de fuerzas políticas ni con los agentes sociales, a golpe de decreto ley. Eso se acabó. Si quiere gobernar, tendrá que cambiar radicalmente los modos y, sobre todo, las políticas y las personas. La pregunta es si están dispuestos a hacerlo.