Política sin principios

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

22 jul 2016 . Actualizado a las 07:51 h.

Empieza mal la 12.ª legislatura. Muy mal. El bochornoso espectáculo en torno a las votaciones para elegir la Mesa del Congreso -presidenta incluida- reproduce muchas de las malas prácticas de los partidos políticos que han sido tan cuestionadas por la mayoría de la ciudadanía. La falta de principios, los intereses ocultos de los partidos, las interpretaciones forzadas de las normas y los reglamentos, la utilización de las prebendas para forzar cambios de posición y hasta la existencia de votos vergonzantes sin paternidad reconocida representan un catálogo excesivo de vicios políticos que deterioran la calidad de nuestra democracia.

Los acuerdos entre las fuerzas políticas no solo son buenos, sino que resultan imprescindibles en un Parlamento tan fragmentado como el actual. Pero la condición ineludible es que sean transparentes para la ciudadanía y se basen en transacciones decentes, y por lo tanto que se puedan explicar públicamente. Por ejemplo, Rajoy colocó a Ana Pastor como presidenta gracias a un acuerdo con los diputados independentistas catalanes de CDC, cambiando radicalmente su discurso: ahora pacta con los que, según él, eran unos apestados políticos con los que ni siquiera podía sentarse a hablar porque quieren romper España. Y lo mismo al revés: la derecha catalana no tiene ningún reparo en votar a un partido al que considera como el enemigo público número uno de Cataluña. Y eso es lo que tanto el PP como CDC tienen que explicar, porque para poder valorar el acuerdo tenemos que saber cuál es su contenido real, a qué se ha comprometido cada uno.

Algo parecido sucede con Ciudadanos, porque parece que dos puestos en la Mesa del Congreso es un incentivo suficientemente poderoso para olvidarse de una de sus propuestas más relevantes: que el presidente del Congreso fuese de un partido diferente al del Gobierno para hacer efectiva la separación de poderes. Estamos ante un obsceno espectáculo de los intereses espurios de los partidos, que denigran la soberanía popular que, según la Constitución, debería representar el Parlamento. Por ejemplo: ¿cómo explicar que tengan mayoría absoluta en la Mesa los que no la tienen en la Cámara? O ¿por qué puede decidir el PP que C’s ocupe la vicepresidencia primera cuando es la cuarta fuerza política?

Dejo para el final algo que aún no ha sucedido, pero que va a ser el mayor escándalo democrático en el nuevo Parlamento. ¿Qué argumentos va a utilizar el PP para darle grupo parlamentario propio a la derecha independentista catalana, que no cumple con los requisitos legales para ello, al mismo tiempo que se lo niega a En Comú Podem, la fuerza política que ganó las elecciones en Cataluña? ¿Cómo va a retorcer el reglamento de la Cámara y a sus servicios jurídicos para negarle grupo a En Marea, que sí cumple con las condiciones de tener más de 5 diputados y más del 15 % de los votos, y dárselo a CDC, que no llega al mínimo del 15 % en Cataluña?

¿Qué democracia es esta en la que la conveniencia de los partidos está por encima de las leyes, en la que dan más poder las negociaciones secretas que los votos de la gente, en la que tener grupo parlamentario depende más de vender tus apoyos que de los votos y las normas legales?