En modo pánico

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

26 jul 2016 . Actualizado a las 07:53 h.

Seguimos en modo pánico. Es imposible mirar cuando se tiembla. Todo se ve borroso. La niebla del miedo. Así está Europa. Cuatro golpes seguidos en el fatigado corazón del Viejo Continente, los cuatro en Alemania, después de lo de Niza, nos han dejado helados en pleno verano. Paralizados. Pero conviene leer la letra pequeña, como en los contratos. Primero no confundir enfermedad mental con atentado por respeto a los miles de personas que padecen problemas psiquiátricos, que están bien tratados, gracias a los geniales profesionales de salud mental que tenemos, y que no matarían ni una mosca sin querer. En los cuatro incidentes seguidos en territorio Merkel figura demasiadas veces la palabra trastorno.

La letra pequeña, la del contrato o la del prospecto médico, dice que el refugiado afgano que hirió con un hacha a varios pasajeros en un tren regional sí se declaraba yihadista. Lo mismo que el suicida que, en la noche del sábado, se inmoló con una mochila, cargada de objetos de metal, en lo que puso ser una tragedia como la de París o Niza. Ayer el ISIS lo reclamaba como uno de sus soldados. El joven intentó entrar en un festival en el que había 2.500 personas. No tenía entrada y no pasó. Si llega a entrar, otra masacre. Pero al otro joven, el que mató a nueve (ocho apenas críos) en el centro comercial de Múnich, le sobra la palabra iraní. Era alemán, había sufrido acoso escolar, estaba a tratamiento y atacó llevado de la furia. Como en Columbine. Lo mismo que el refugiado sirio que mató con un machete a una mujer embarazada e hirió a otras dos. Aquí sobra refugiado y sirio, si se confirman las hipótesis policiales que hablan de violencia de género. En España estamos hartos de vivir la lacra de la violencia de género, sin que tenga nada que ver con refugiados y con sirios. Pero el drama de la confusión está sobre la mesa. En todos estos sucesos, la reacción policial fue del tamaño de desplegar la Sexta Flota. Y hay voces que aseguran que incluso nos quedamos cortos en seguridad.

En Alemania hay más de un millón de refugiados de las tres guerras: Irak, Afganistán y Siria. El supuesto soldado del ISIS, que estuvo a punto de convertir un concierto en un mar de sangre, tenía orden de expulsión a Bulgaria, porque la ley no permite devolverlo a un territorio en guerra. ¿Cómo conciliar el buenismo civilizado con la mano férrea de perseguir el terrorismo? ¿Cómo encontrar el punto justo entre seguridad y acoso? ¿Cómo controlar a los que hay que controlar y cómo no descontrolar al controlar? No es un trabalenguas, es la realidad. Encima la propaganda corre libre, a toda velocidad, por las redes sociales. Es difícil centrarse subidos como estamos en un montaña de miedo. Y es imposible que entienda el punto medio quien haya sufrido en los suyos la tragedia. ¿En manos de quiénes estamos?