Sus vidas quedaron truncadas o sufrieron una dolorosa amputación cuando el tren descarriló en Angrois. Tres años después aun siguen preguntándose por qué pasó lo que pasó, si podría haberse evitado y si podría repetirse haciendo que otros sufran lo que ellos aun están sufriendo.
Tres años de preguntas con pocas respuestas. De asistir impotentes a los intentos de cerrar la investigación con el maquinista como único responsable, obviando que hubo decisiones en el proceso de puesta en marcha de ese tren que pudieron influir en que se produjese la tragedia.
Dicen que no podrán pasar esa dolorosísima página de sus vidas mientras no se cumplan tres condiciones: verdad, justicia y transparencia.
Llevan tres años pidiendo que les escuchen. Merecen algo más que palabras huecas y desplantes de última hora.
No son solo ellos los que no podrán pasar página sin verdad y sin justicia. Lo exigen también muchos ciudadanos que se solidarizan con su dolor, porque son conscientes de que cualquiera podría haber ido en ese tren. Que hicieron ese recorrido u otro similar o animaron a otras personas a dejar el coche aparcado y tomar uno de los nuevos ferrocarriles, porque son rápidos, cómodos... y seguros.
El éxito de la alta velocidad no puede quedar colgado del silencio y la ocultación de alguna decisión errónea o precipitada. Una razón más para llevar a cabo una investigación independiente y a fondo de lo ocurrido.
Lo exigen los ciudadanos que han pagado con sus impuestos esos trenes y que siguen subiéndose a ellos cada día. Y lo merecen las personas cuyas vidas quedaron truncadas la tarde en que el tren descarriló en Angrois.