Turquía y aquel Imperio otomano

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

28 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Coincide la actualidad de Turquía, golpe de Estado fallido y estado de excepción con limitación de las libertades, purgas de funcionarios, arrestos de periodistas y descabezamiento de militares, con la relectura de La mujer de Piedra, de Tarik Ali, donde se asiste a la decadencia del Imperio otomano en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Sobresalen en la historia novelada las angustias de su protagonista, a la que su origen judío le hacía sentirse segura en el Imperio otomano, pero no en el nacionalismo naciente fuera turco, serbio, griego o armenio. Coincide esta percepción del imperio con el papel relevante que, en una historia de la humanidad -Sapiens- llena de sugerencias e interpretaciones novedosas, Noah Harari asigna a los imperios como motor de desarrollo para gran parte de la humanidad.

Las relecturas generan reflexiones sobre la actualidad que se vive en Turquía hoy, de nuevo límite de Europa. Porque si la victoria de Erdogan introdujo reformas que mejoraron la democracia turca, liberándola del poder militar, combatiendo la corrupción y fortaleciendo las libertades sociales y económicas, como deseaba Europa, lo que permitió iniciar las negociaciones para su integración en la UE, el problema de Chipre, ocupado parcialmente por Turquía, y las reticencias de Francia y Alemania paralizaron las negociaciones.

Hasta junio del 2015, en que perdió la mayoría absoluta, Erdogan ganó todas las elecciones. Entonces, en lugar de buscar pactos con la oposición, rompió las negociaciones con los independentistas kurdos, y desarrolló una estrategia del miedo, lo que cinco meses después, en unas nuevas elecciones, le dio la mayoría absoluta.

Erdogan, que con la cobertura del fallido golpe de Estado, desencadenó la represión de todos los estamentos de la Administración y la sociedad civil, espera una mayoría para cambiar la Constitución transformando la república parlamentaria de Kemal Atartük de 1923 en un régimen autoritario presidencial, donde la oposición política quede minimizada y sometida como en parte ya sucede hoy al carecer de inmunidad parlamentaria y de libertad de expresión.

Los socialdemócratas del CHP, defensores de la república laica de Kemal y de la soberanía de la nación, se han manifestado en contra del golpe de Estado, pero también contra la deriva islamista y nacionalista de Erdogan. Sin embargo, Turquía presenta cada vez más las tensiones tan propias que se dan entre el islam y el Estado de derecho, que sin ser universales (con Indonesia o India, o Túnez e incluso Marruecos como particularidades) se pueden observar en los países de mayoría islámica. Turquía, con el inicio de la guerra en Siria, la parálisis de sus negociaciones con la UE, y el auge del islamismo, ha olvidado su débil tendencia europea y la defensa del laicismo y la democracia, buscándose en su pasado, pero no en la tolerancia y el cosmopolitismo de aquel Imperio otomano que protegía a Nilofer, sino en un islamismo ortodoxo y excluyente.