El «proceso»

Laureano López
Laureano López CAMPO DE BATALLA

OPINIÓN

14 ago 2016 . Actualizado a las 22:16 h.

Pablo Iglesias impartió el viernes en Twitter una lección sobre su idea de la democracia interna. Diez días antes, más de 4.500 simpatizantes de su organización en Galicia aprobaban concurrir en coalición a las autonómicas con los exBNG de En Marea, mientras 1.474 apostaban por presentarse en solitario. La consulta, como se vio después, era meramente estética. En este tipo de organizaciones, las decisiones colectivas solo valen si coinciden con lo que, en cada momento, conviene a su líder. Esos 6.000 simpatizantes pueden hoy, legítimamente, sentirse traicionados. El tuit de Pablo Iglesias rezaba así: «No hay nada por encima de la unidad cuando nos jugamos el cambio en Galicia. Podemos estará con En Marea sea cual sea la fórmula». Quedaba claro que en el pulso con la parte contratante gallega, que se negaba a una coalición con Podemos y a cederle una parte grande de poder (teórico) ganaban los primeros, encabezados por tres alcaldes -que llegaron a sus cargos gracias al auxilio de sus socios madrileños- para quienes las alcaldías, más que un fin, parecen un medio para desarrollar una política que tiene como eje central... la semántica. El gobierno de la semántica habla de la «gente del común», de las «oportunidades de cambio real», habla de «asaltar las instituciones» y, muy especialmente, habla de «el proceso» y de las decisiones tomadas dentro de ese «proceso», palabra que da título a una de las obras más célebres de Kafka. Es el «proceso» el que designa a Luís Villares como candidato a la presidencia de la Xunta. Así, a Villares no lo han puesto ahí Xulio Ferreiro ni Martiño Noriega, sino el «proceso» de «unidad popular» que, a base de «acumulación de fuerzas» aspira a «asaltar» ahora, y con el permiso de un PSOE que acabaría por fin de suicidarse, el premio gordo: la Xunta. Para qué, no está nada claro. Si a los discursos de unos y de otros, de Podemos y de En Marea, les retiramos toda esa carga semántica tejida con una sospechosa intención de que los árboles de las palabras no nos dejen ver el bosque de los hechos, nos encontramos con una especie de viaje por el túnel del tiempo: de un lado Pablo Iglesias, disidente y ahora de nuevo aliado de Izquierda Unida, y del otro, quienes han decidido que Villares sea el candidato, los mismos que han traicionado y/o convencido a Beiras de que su papel es ser un perfecto jarrón chino, todos ellos salidos de esa separación nada amistosa del BNG. El tuit de Pablo Iglesias hablaba de «unidad». Las biografías de unos y otros, nacionalistas gallegos y madrileños, presagian, a pesar de todas las apariencias semánticas, de «primarias» y de «confluencias» -lo hemos visto ya en el Parlamento- exactamente lo contrario.