Tarde piasteis, barones socialistas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

27 sep 2016 . Actualizado a las 08:31 h.

La imagen de Pedro Sánchez atrincherado ayer en el búnker de Ferraz junto a su fiel Luena, tratando de sobrevivir al asedio de los barones y amenazando con hacer estallar su cinturón de explosivos convocando un congreso y unas primarias en pleno proceso de formación de Gobierno, llevándose así a su partido por delante si alguien intenta hacerle dimitir, es la más penosa que han protagonizado nunca los socialistas. Un esperpento que debería constituir un punto y final a una etapa grotesca en la que el PSOE perdió el rumbo por su incapacidad para hacer frente al desafío populista. Librarse cuanto antes de Sánchez es una necesidad ineludible para los socialistas que debe consumarse como muy tarde este mismo sábado en el comité federal. Pero eso no basta. Si pretende sobrevivir, el PSOE debe entender que no volverá a gobernar jamás en España mientras no recupere la moderación y asuma que Podemos es su enemigo, no su aliado.

Es esa falta de capacidad para detectar la amenaza, por encima de la supina incompetencia política de Sánchez, la que ha llevado a los socialistas a la situación de postración en la que se encuentran ahora, superados en las urnas por una amalgama populista y demagógica que no tiene ni líder ni proyecto para España. Y, por eso, muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras en el PSOE son tan responsables o más que Sánchez en esta tragedia. Entregar al chavismo rampante ciudades como Madrid, Barcelona, Santiago o A Coruña, y asociarse con el populismo para gobernar en Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, Baleares, Asturias o Aragón fue una irresponsabilidad histórica que el PSOE pagará durante mucho tiempo antes de recuperar la credibilidad que les llevó a ser la fuerza hegemónica de la izquierda moderada.

Solo la cobardía y el deseo de salvaguardar su poltrona pueden explicar que durante diez meses los principales dirigentes, ex dirigentes y barones socialistas hayan permitido con su silencio cómplice, o sus muy tímidas críticas, que Pedro Sánchez campara por España, después de dos estrepitosas derrotas electorales, como un atila de la política, bloqueando cualquier posibilidad razonable de que se forme Gobierno y sometiendo a los españoles a un chantaje intolerable al advertirles de que, voten lo que voten, o gobierna él o aquí no gobierna nadie.

Sánchez es un político irrecuperable al que solo mueve ya el resentimiento. Alguien dispuesto a dinamitar el PSOE antes que aceptar su derrota. Letal para su partido, pero también, y esto es lo más importante, nocivo para España. Y la tarea de cualquier demócrata debe ser impedir que siga haciendo daño al país. Sería inaceptable que la rabieta y la obcecación de un perdedor forzara a los españoles a ir por tercera vez a las urnas y que él fuera de nuevo el candidato del PSOE porque nadie en su partido se atreviera a hacerle frente. Tarde piasteis, barones socialistas. Y ahora, tendréis que dar la cara para sacarlo del búnker o seréis cómplices de todo lo que suceda.