El examen de Rajoy

OPINIÓN

24 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La investidura para ser nombrado presidente de Gobierno implica un examen que concluye con la calificación por el Congreso. Puede suspenderse en la primera sesión y aprobar en la segunda, que es lo que parece va a ocurrir. No se precisa ser pitonisa o politólogo para adelantar que Rajoy va a ser sometido a un examen muy duro por la mayoría de los intervinientes. No es de esperar que el PSOE afloje la crítica, cuando ha tenido que librar en su interior una batalla para hacer viable la investidura. Sería el mal trago de un trámite parlamentario a sobrepasar con soltura dialéctica, que no falta al candidato, si no fuese porque no le garantiza una mayoría estable para gobernar.

El propio Rajoy lo ha reconocido y lo han advertido manifestaciones de quienes serán oposición, en algún caso de un modo tan contundente como radical. De ahí que pretenda establecer puentes y llegar a acuerdos variables para que no exista una oposición común permanente que conduciría a las elecciones que ahora se evitan. Es la única estrategia al no existir un pacto de gobierno. El discurso de Rajoy tendrá, por eso, que mirar a un futuro incierto, que habría de ir despejándose asunto a asunto. Pero el de los opositores va a dirigirse hacia el pasado.

Al margen del debate parlamentario, quizá no sea inoportuno en este momento de tránsito echar un vistazo en esa dirección para reconocer lo que haya de rectificable o mejorable en lo que va a defenderse y criticarse en el Congreso.

Los electores aprobaron a Rajoy en las últimas dos elecciones. Pero la nota no llegó al sobresaliente de la mayoría absoluta. Algo habrá ocurrido para esa bajada que obliga a replantear el modo de gobernar.

Es un examen que alcanza a los dirigentes del partido y a los miembros del Gobierno ahora que empiezan los rumores sobre la formación de otro.

En el rumbo seguido estos años no pocas decisiones de Rajoy han estado condicionadas por equilibrios internos del partido o del Gobierno.

El Partido Popular ha demostrado a veces no ser consecuente con declaradas convicciones políticas, como su reiterada manifestación de que debe gobernar el partido más votado.

La ha defendido para la investidura de Rajoy, pero no la aplicó en Andalucía: ¿una decisión personal?

La hoja de ruta para la desconexión de Cataluña con España ha avanzado durante la prolongada legislatura. El problema de fondo sigue sin ser abordado. La única respuesta ha sido la legal que está funcionando, pero la reforma de la ley del Tribunal Constitucional fue tardía y el 9N hubiera sido imposible si se hubiese requerido antes la actuación del Tribunal.

Son deficiencias o errores técnicos que dañan la política, algunos reconocidos por el Tribunal de Luxemburgo o por el Tribunal Constitucional o el Tribunal Supremo, que no es el caso de enumerar. No todos los recortes han sido impuestos por Bruselas; la reforma de la Administración sigue pendiente.

El balance puede que no conduzca al pesimismo, pero no invita a la autocomplacencia.