Parecía difícil, muy difícil, antes del partido prever que el resultado podía ser tan abultado como fue. Y después del partido, sigue siendo complicado explicarse cómo pudo acabar con un tanteador tan amplio para el Celta. Por eso, el resultado genera todavía más dureza. Porque el Dépor, sin hacer un buen partido, que no lo hizo, tampoco mereció tan poco. Máxime una vez que logró empatar y viendo que el Celta no estaba siendo nada del otro mundo, hacía presagiar un mejor final.
Pero el fútbol son goles y el mal coruñés no está en este derbi. No sería justo enjuiciar al Dépor solo por este mal resultado. Lo de ayer es un reflejo de un equipo al que le cuesta mucho marcar. Solo seis goles en nueve jornadas. El peor de la Liga. Y cuatro de esos tantos a balón parado. Son unos números que invitan a reflexionar sobre lo que está sucediendo y a buscar soluciones.
Tras las dos últimas derrotas, que ciertamente pueden entrar dentro de los cálculos, los dos próximos encuentros, sobre todo el de Granada, se presentan vitales para un Dépor que tras ese partido definirá un poco si va a estar o no condenado a sufrir.