Rechazando la evidencia científica, Donald Trump niega la existencia del peligroso cambio climático generado por la actividad humana basada en el consumo de combustibles fósiles. En consecuencia, ha dicho que derogará el plan de acción climática de Obama, que cancelará los pagos al programa de Naciones Unidas contra el calentamiento global y, lo que es peor, sacará a los EE.UU. del acuerdo mundial sobre el clima firmado en París, que tanto costó conseguir. Si cumple estas amenazas, el daño será incalculable, y lo pagarán las generaciones venideras, que calificarán la época que estamos viviendo como una barbarie. La historia no absolverá a Trump. La misma semana en la que ganaba las elecciones, la revista Science publicaba un aterrador estudio que vaticina que, con el ritmo actual, el casquete de hielo del Océano Ártico desaparecerá en 2045, adelantando las ya dramáticas fechas de estudios anteriores. El hielo polar es regulador clave del clima de la Tierra, y se desconoce el alcance de las consecuencias que tendrá su desaparición. El estudio también confirma que el grado de deterioro de los hielos polares va en paralelo con el incremento de gases de efecto invernadero: las emisiones debidas al consumo de una familia norteamericana media en un año destruyen unos 200 metros cuadrados de superficie de hielo polar. Y esto, con el ritmo actual. El Nobel de Física Sheldon Glashow ha dicho que, si seguimos así, será el fin de la civilización en 100 años. Señor Trump: hágale caso y no nos caliente más.